Un relato que se siente cansado y previsible, extendiéndose por casi dos horas, especialmente en su última media hora que atosiga tanto al espectador como a la propia narrativa, utilizando recursos poco sutiles y una acumulación excesiva de elementos manipulativos.
Se trata de una de esas películas que intentan ocultar su carga teatral con artificios propios del cine: deslumbrantes imágenes de paisajes irrelevantes, movimientos de cámara que recuerdan a las peleas de Matrix para transitar de una conversación entre personajes a otra, y flashbacks innecesarios.
Como suele suceder en estas películas sobre genios matemáticos, no se suele explicar demasiado su genialidad y lo que queda es la preponderancia de la música y las efusiones de brazos en alto o caídos para que nos demos cuenta de si estamos en momentos de triunfo o de derrota.
'Se levanta el viento' es, a la vez, sutil e imponente. Plantea encrucijadas de emociones y conflictos a pleno sin necesidad de diálogos didácticos, y su relato refleja ese espíritu superior de los grandes artistas.
En algunos momentos, este relato plano es ganado por la historia de base, cuya fuerza se impone a las formas convencionales -e incluso menos que eso- del director John Lee Hancock.
Esta biografía inglesa, dirigida por también británico Rupert Goold, es de esas que, al vampirizar la historia memorable del arte, logran acercarse a ciertas grandezas que las nutren aunque sea parcialmente.
Una película a la que se le notan el tremendo potencial y, a la vez, los límites. Esos límites son los de la previsibilidad, el esquematismo en cada situación en la que, a la narración convencionall, se le agrega la lección exprés de historia desde la mirada esclarecida del futuro.
Liman y el guionista Gary Spinelli proponen una película de extraña luminosidad, que está llena de humor. Reubican a Cruise en su rol de estrella y la complementan con una banda sonora exquisita que no resulta exagerada.
Un relato que tiene dificultades para construirse, ya que se siente similar a otros grandes relatos estadounidenses sobre la ambición, sin ofrecer novedades ni recursos únicos. Hay ecos de 'El lobo de Wall Street' y cierta estética de Boogie Nights, pero le falta el ritmo narrativo que caracteriza a esas películas.
Con situaciones tensas y pasiones conflictivas, Singer y los demás hacen la mejor película de aventuras en mucho tiempo, una de esas que justifica su producción elefantiásica no sólo con espectacularidad sino con criterio, inteligibilidad, consistencia y talento.
La película presenta un ritmo y un tono intermitentes, así como una variabilidad en la precisión de las actuaciones y en la distribución del protagonismo entre los personajes principales.
Es ese tipo de películas de género que Hollywood solía hacer con más maestría en los años 70 y parte de los 80. En aquel entonces, se contaban las historias con un mejor ritmo y se evitaban los constantes frenazos y arranques que a menudo las debilitaban.
La película aglutina, funciona como eslabón, como plantada de bandera para el veterano Scott, y como ejemplo a la hora de ofrecer acción, suspenso, tensión, dolor, oscuridad y hasta algunas dosis mínimas de calidez y humor.