Un ligero pinchazo. Brillantemente realizada, con una narrativa frenética y un diseño imaginativo, es también una obra accesible para los titanes de Pixar. Las sorpresas son previsibles y carecen de impacto.
Comete el mismo pecado que sus predecesoras: su excesiva duración. Sin embargo, al igual que la primera, ofrece un humor bien logrado y un guion tan excéntrico que logra resultar encantadora.
En cuanto a la excelencia digital, la película alcanza una calidad sorprendente. Las tomas aéreas y los planos generales, junto con la energía de la narración, son completamente impecables, lo que convierte a 'Megamind' en un entretenimiento más que satisfactorio.
El producto más antishyamaliano posible, pues su estilo (...) se troca en puro exhibicionismo (...) Una fantasy vistosa, con sus apreciables dosis de magia, decorados digitales de ensueño y entretenimiento a discreción.
Da vueltas como una noria y se aborda constantemente el tema de la fe. Su interés radica en las interpretaciones, así como en el tratamiento psicológico que se hace de la fotografía, los colores tenues y el uso efectivo del escenario.
Es una obra francamente apreciable: se sitúa lo más lejos posible del temible panfleto telefilmesco y cuenta con dos portentosas composiciones de Clàudia Pons y Aina Clotet
No teman: la cinta de Ilundain es uno de esos raros ejemplos de películas educativas que se presentan de manera efectiva. Verdaguer da forma al personaje de manera admirable. Lo demás se siente como una acumulación de clichés.
La premisa argumental de esta película es verdaderamente estimulante. Sin embargo, a medida que avanza, la historia se va desdibujando y la película se pierde en ese torrente de misterios numéricos.
Hay menos toques imaginativos, menos invención y bastante más sentimentalismo, pero la diversión está asegurada y nadie en su sano juicio la despreciaría.