Los colores hipnotizan y las texturas, como el vello facial de los Quién y el pelo del Grinch, sorprenden. Sin embargo, parece que algo se ha perdido en la traducción; una parte del carácter y el toque distintivo de Seuss no se perciben.
Son precisamente las palabras las que, con pertinentes mensajes de concienciación ecológica, perturban el goce contemplativo y, sin pretenderlo, contaminan el camino hacia el total deslumbramiento.
Saldanha establece una dramaturgia marcada por la histeria. Lo más negativo es, sin duda, la falta de consistencia estética en los diseños, que parecen ser extraídos de otras fuentes.
Es la reproducción exacta de la idea que los detractores de esta saga tenían de las dos primeras entregas. Es decir, la película resulta ser rutinaria, mecánica y confiada al piloto automático, características que no definieron a Cars y Cars 2.
Un sofisticado sentido del humor y una apuesta por los placeres más puros del pulp se alían en una película que supone un soplo de aire fresco en el paisaje de un blockbuster contemporáneo.
El filme no parece haber dedicado demasiado esfuerzo a mejorar el diseño genérico de sus personajes secundarios o cuidar mejor la coreografía de sus gags visuales.
Lejos de limitarse a repetir jugadas, la película amplía con ingenio el marco familiar de su protagonista. Evita los diseños genéricos en los personajes secundarios y logra complacer sin saturar.
Delicado y preciso corto que propone a la animación no como herramienta de evasión, sino como instrumento de atenta lectura observacional de la realidad.
Un trabajo absolutamente portentoso. Es un nuevo ejemplo de la habilidad de Laika para seguir demostrando excelencia, sin repetir en ningún momento claves estéticas ni patrones narrativos.
Musker y Clements aplican el patrón que, a partir de 'La sirenita', reformuló la clásica mitología de las princesas de Disney en relatos de emancipación y autoafirmación femenina. La fuerza de la película radica en su estilo.
De lujosas texturas y amplios movimientos de cámara. Las profundas debilidades de la película se manifiestan cuando los personajes bailan, sujetos a movimientos que apenas evoca la grácil ingravidez de los cuerpos en la danza.
Parece el capítulo perdido de un serial del que nos hemos saltado varias entregas. Lo mejor: los matices que Affleck y Eisenberg aportan a sus arquetipos. Lo peor: no hay manera de conectar con tanto barullo.
Decepciona que nada vaya más allá de su enunciación y que se desaproveche el potencial del género. El tono funciona, pero la película tiene más ruido que verdadera sustancia.
La cámara envuelve a los dos interlocutores con elegantes movimientos circulares, mientras los armónicos juegos de montaje ilustran la notable generosidad de Wenders en el difícil arte de presentar una obra ajena de la mejor manera posible.