Puede servir como ilustración de un síntoma de nuestro tiempo: la obsesión por introducir alicientes adultos en un discurso dirigido al público infantil. No es el trabajo más notable de Strassen, aunque su punto de partida resulta llamativo.
La ambición de 'El gran museo' es más modesta que la de 'National Gallery', sin embargo, el film está repleto de descubrimientos a lo largo de su duración.
Es una película improvisada, un fragmento de intimidad brindado al espectador. Refleja tanto el carisma y la memoria de los padres del cineasta como los contrastados talentos de él y Francesc Herrero en el complicado arte del retrato elocuente.
Sobrecarga emocional, barroquismo en las formas y un avasallador sentido del star-system. Es difícil que el público ganado de antemano se sienta decepcionado. No obstante, la caligrafía visual del director plantea más de un problema, eso sí, estimulante.
El debutante Juan Miguel del Castillo presenta una actuación destacada de Natalia de Molina. Su filme se aleja de los excesos, mostrando una admirable habilidad para capturar ambientes y personajes con un realismo auténtico.
La secuencia de tortura, tan debatida, podría eclipsar los aspectos realmente importantes de la escena. Este es el verdadero tema y significado profundo de esta notable película: cómo el horror se ha convertido en parte de la vida cotidiana.
No se encuentran suficientes motivos para defender el trabajo de Furman. Su enfoque se manifiesta como una repetitiva interpretación de una fórmula clásica, evidenciando así la total ineficacia del filme.
Tan peculiar y cautivadora como valiosa, la película brinda a Ray Winstone la oportunidad de interpretar un rol complejo y memorable. No se dejen engañar por lo que sugiere el cartel; Al límite es una agradable sorpresa.
Afortunado trabajo que divierte, pincha y, sobre todo, no busca otra conciliación que la de la catártica y liberadora risa en la colectividad de la platea.
Es como si una película de bajo presupuesto de los años ochenta, firmada por Walter Hill o John McTiernan, hubiera sido retomada de una forma poco inspirada.
Cavayé no logra que el ímpetu del film y la habilidad en la dirección superen su premisa. Sin embargo, su sinceridad y habilidad para construir personajes mediante la acción son aspectos poco comunes en la actualidad.
Es desalentador observar que talentosos actores como Juan Diego Botto, Alberto San Juan y Francesc Garrido están limitados a diálogos predecibles. La escena erótica antes del clímax es impactante. La película, en general, también tiene sus puntos débiles.
Pararse a pensar lo que habría hecho Lubitsch con los papeles que cada irrupción del ministro levanta por los aires sólo acrecienta la decepción. Y la subtrama de los inmigrantes (...) es pura ortopedia narrativa.
Andò, en ocasiones, da un toque de Sorrentino a su visión, pero consigue crear una película sólida. Aunque su estilo barroco puede ser evidente a momentos, eso no resta valor a su potente mensaje ético.
Tanto el primer documental de Longoria, como su segundo proyecto, definen su esencia y valor a través de una aproximación creativa y significativa que aborda lo que se considera su fracaso.