Mundo sensitivo de una delicada voz de contratenor en lucha invisible contra la cacería de una foca incidental como pulsión naciente y añoranza paterna tarde o temprano claudicante.
Obra gran eficacia de filme-objeto, pese a su congestionada multidimensionalidad genérica ya descrita, merced a una escritura consciente, muy consciente, en el límite de lo deliberado y lo consciente.
Abre y cierra como un intenso y reflexivo ensayo neoclásico, ya que el trasfondo de los engaños, inquietudes y romances pone de manifiesto las transformaciones del vacío del corazón.
Presenta un encantador caramelito narrativo y visual que, en épocas pasadas como la evocada en el filme, habría sido una pócima explosiva o un prestigioso vaso de veneno baudelairiano.
Elimina cualquier rasgo psicológico distintivo y reduce a la nada la profundidad de la energía arrolladora de sus eufóricos robos en cadena, ya que refleja las consecuencias extremas de una mentalidad distorsionada por las redes sociales.
Consuma el prodigio de recrear bellamente una época hoy poco frecuentada aunque muy idealizada, revalorándola a profundidad, no sólo desde la superficie pintoresca.
Estructura y se estructura en los cambios producidos dentro de dos almas noctívagas y enigmáticas, a lo largo de una noche de ninguna manera pretenden ser tiempo real ni espacio único, sino ambos incandescentes, delirantes.
Sensible debut conjunto que aborda la vulnerabilidad de las adolescentes como un microdrama íntimo, destacando sus progresos entre el escarnio y la compasión, aunque siempre con una sensación de ausencia omnipresente.
Desea filmar con vehemencia provocadora y vertiginosamente el vértigo de la autodestrucción, utilizando, a veces sin diapasón ni demasiada capacidad de cálculo, efectismos ad usum narcorum.
Arrebata con su edición frenética, presentando un bombardeo de imágenes que resulta envolvente, variado e intenso. Cada incidente se despliega de manera multidimensional, luciendo una estructura diseminada acompañada de un ritmo ultra-inventivo de conversiones y reconversiones constantes.
Impone con radical gravedad contemplativa, dejando una terrible opacidad minimalista que se asemeja a una vivisección moral, aunque de forma meramente observacional y deambulatoria.
Un estilo alucinado muy original, hecho de danza, disfunción, épica, ferocidad, fuga y tiempos plurales, a modo de un auténtico Festival Larraín alegre y desconcertante.
Hace así una volcánica y vesánica erupción narrativa, llena de aventuras y vicisitudes malvadas, fascinación, agudeza, transparencia y diafanidad en el seno de las tinieblas sociopolíticas.
Debe a un inteligente y deliberado toque de apariencia documental su enorme capacidad de verificación, para escapar del exotismo, sin por ello sacrificar su ficción estilizada.
Se desenvuelve, pese a su violencia latente, virulenta o estallada, a modo de un continuum en el que las imágenes, las secuencias y las elipsis se suceden fluida, diestramente escalonadas.
Se ofrece el espacio necesario para explorar una perspectiva casi caleidoscópica de subtramas, historias colaterales e incluso fragmentos de anécdotas paralelas, que en conjunto configuran un fresco raro y fascinante.
Surte su gran belleza simbólico-sensorial de película-objeto entre páramos y llanos de la sabana occidental africana, al ir trazando el itinerario humano de un fantástico viaje iniciático en busca de la Felicidad.