Los personajes están tratados con tal compasión que sus locuras se convierten en las nuestras, y sus deseos parecen tan inmensos como una noche estrellada.
Tosca es una película que no logra escapar de su propia mediocridad. Aunque generalmente no me atraen las obras que son tan malas que son buenas, puedo imaginar que verla en un cine a medianoche, con un par de copas, podría desencadenar una experiencia singular y divertida.
La historia, la música, los personajes y los efectos visuales se combinan en una alineación perfecta, generando un renovado sentido de la maravilla en la vida cotidiana.
Es desternillante a ratos, pero la mayor parte de las bromas son provocativas o escatológicas siempre una apuesta segura cuando se trata de marionetas.
Takahata, un colaborador habitual del estudio Ghibli, adapta una novela parcialmente autobiográfica de Akiyuki Nosaka. Su gestión de esta trágica historia es excepcionalmente clara y conmovedora.
Los dos protagonistas hacen que salga a flote con sus conflictos de clase. Se ve reforzada por una picante lección de historia sobre el escandaloso matrimonio del hermano mayor del duque
Wajda dedicó las primeras cuatro décadas de su carrera a crear arte en un contexto comunista, lo que aporta a la historia una carga emocional que a menudo se ausenta en sus obras más recientes.