Su trama y su fórmula dan serias señales de agotamiento, pero cada capítulo oculta al menos un par de momentos inspiradores que justifican la continuidad.
Sus compañeros le dedican una película a Hillenburg que no solo celebra, sino que resalta el asombroso mundo creado por él. De la esperada película de orígenes, queda poco, pero lo que se presenta es realmente delicioso.
Llega a su final convertida en una cínica y monótona sombra de lo que solía ser, dejando más de veintiséis razones para estar molesto con su existencia: la falta de lógica, la ausencia de auténtica emoción, el cinismo y el tedio.
Es más convencional que el original, pero preserva el aura de verdad. Lo más emocionante sigue siendo observar a las chicas patinar. Moselle ha logrado nuevamente una obra que captura y refleja la vida.
Un 'anime' de alto nivel. Colorido se establece como una referencia a seguir: personajes con un diseño carismático, elegancia en los movimientos y una integración efectiva de la infografía. Un nivel de calidad excepcional.
Quizá cabe reprochar cierta tendencia a una estetización excesivamente higiénica; incluso en aquellos momentos en que debería prevalecer la cruda realidad, todo está dirigido, iluminado e interpretado de manera pulcra y clara.
Híbrido de fantasía de princesas y acción poco aparatosa. La trama carece de originalidad y la propuesta visual resulta poco ambiciosa. Sin embargo, puede atraer a quienes están en esa etapa de la vida donde todo parece gustar.
Es un tributo a la subcultura de los kolombias y, al mismo tiempo, un relato nostálgico que resuena a nivel universal. Sin duda, es la mejor película original de Netflix en un largo tiempo.
Ni siquiera el carismático Centineo logra rescatar esta película deficiente. La falta de imaginación y el ritmo prácticamente inexiste convierten la experiencia en un desafío, pues la trama apenas se sostiene gracias al encanto del protagonista.
Una 'teen movie' insólita y esquiva, que combina lo intelectual con lo sensorial. A veces puede resultar algo frustrante debido a su languidez calculada, pero resulta imposible apartar la mirada en cualquier momento.
Combina un sentimentalismo confortable con una brusquedad inesperada. Es una y muchas series a la vez, lo que puede generar desconcierto, intriga y, para qué negarlo, una cierta diversión acompañada de un sentimiento de culpa.
La película es, por encima de todo, una exhibición de actores. Este plantel brillante sublima todas las actitudes y todos los humores imaginables en dos horas que van de la comedia agridulce a un drama catártico.
Estimable filme. Resulta mejor cuanto más irreal, así en su segunda mitad como en ese prólogo con reflejos del 'Juego de niños' de la serie 'Suspense', alcanza una notable capacidad sugestiva.
La trama se complica y pierde fuerza. Eric Goode y Rebecca Chaiklin intentan justificar esta nueva exploración en el oscuro mundo de los explotadores de grandes felinos.