Uno todavía se queda impresionado por la forma en la que Stanton protege ferozmente el aura de misterio que lo convierte en una presencia imborrable de la pantalla.
Naruse y sus actores se sienten como marionetas atrapadas en un cuento de hadas. El ambiente de la clase trabajadora, que es bastante conocido por el director, nunca se mostró tan poco realista.
Que sea mucho más que una parada de los monstruos es un testimonio del talento de Zulawski para hacer que incluso los comportamientos más exagerados resuenen con una emoción potente y aguda.