Llana y decepcionante, 'Queen & Country', es como uno de esos capítulos que los lectores se sienten tentados de leer por encima en una autobiografía que se detiene justo antes de llegar a lo bueno.
Una exploración precisamente calibrada y emocionalmente sutil de una mujer que atraviesa una crisis de mediana edad en la Indonesia rural de los años 60, impactante en lo visual y en lo sonoro.
Una sólida y debidamente conmovedora explicación de su complicada relación, que abarca alrededor de 25 años, elaborada con un impecable acabado profesional.
Hay una gran veracidad en el guion de Ronan Bennett para esta historia tan evocadora. Los hermanos Guard manejan las escenas de acción con estilo y los detalles de la época son perfectos.
Un retrato tierno y muy íntimo de una familia disfuncional en la Roma de los años setenta. A nivel internacional, llamará la atención por la desgarradora interpretación de Penélope Cruz como Clara.
Un trabajo mal construido que da la impresión de querer gustar a su público a través de momentos cargados de mensajes positivos y de otros vergonzosamente anacrónicos que no logran conectar bien entre sí.
En la cúspide de los escándalos de corrupción que incluyen la crisis bancaria mundial, esta versión de 'Tinker, Tailor' captura la oleada más actual de desilusión y ansiedad. El reparto es uno de los puntos más fuertes de la película.
En la última mitad de la película, se presentan giros argumentales que sorprenden como bombas de relojería, lo que ayuda a compensar una parte de una historia que, en general, se siente estancada.
Su realización es un poco pasada de moda, especialmente su pomposa banda sonora, pero cuenta una historia fascinante y captura hábilmente un tiempo y lugar específicos en la historia de la medicina.
Larraín finaliza su trilogía de manera contundente. La tensión se mantiene constante, incluso para quienes ya conocen la historia, y se enriquece con el humor negro característico de sus obras anteriores.
La película combina eficazmente el realismo del docudrama con un humor irónico y agudo, de manera parecida a 'La muerte del señor Lazarescu' del rumano Cristi Puiu y a otras producciones locales. Sin embargo, también presenta una dimensión más íntima.