Si tienes 152 minutos para sumergirte en esta ciénaga de complejidad moral y detalles de época meticulosamente retratados, puede que valga la pena, aunque el final resulta abrupto de manera extraña.
La atracción aparentemente irreprimible de Hancock por los arquetipos rústicos del Medio Oeste y los montajes animados diluye cualquier cinismo o misantropía que podría haberle dado a este material el nervio que merece.
Llana y decepcionante, 'Queen & Country', es como uno de esos capítulos que los lectores se sienten tentados de leer por encima en una autobiografía que se detiene justo antes de llegar a lo bueno.
Un placer culpable que, a pesar de su cursilería y ridiculez, resulta agradable. Todo su entorno es bastante extraño, pero de alguna manera logra funcionar.
Una exploración precisamente calibrada y emocionalmente sutil de una mujer que atraviesa una crisis de mediana edad en la Indonesia rural de los años 60, impactante en lo visual y en lo sonoro.
Una sólida y debidamente conmovedora explicación de su complicada relación, que abarca alrededor de 25 años, elaborada con un impecable acabado profesional.
La delicadeza que demuestra Ford es una sorpresa agradable. Es evidente que el director se identifica con el material, lo que permite que su empatía se manifieste.
Hay una gran veracidad en el guion de Ronan Bennett para esta historia tan evocadora. Los hermanos Guard manejan las escenas de acción con estilo y los detalles de la época son perfectos.
Un retrato tierno y muy íntimo de una familia disfuncional en la Roma de los años setenta. A nivel internacional, llamará la atención por la desgarradora interpretación de Penélope Cruz como Clara.