Audaz drama romántico que rompe una regla cardinal de la narrativa y psicología pop: sus amantes icónicos no son obligados por una tragedia a aprender que no deberían depender del otro para sentirse completos.
Los argumentos de los largometrajes de animación son a menudo excusas para el lucimiento visual, pero aquí la cadenciosa línea argumental complementa las imágenes alternativamente suntuosas y austeras.
Sus personajes son lo suficientemente ingenuos como para ser asesinados uno tras otro. Sin embargo, su ignorancia no se limita a las convenciones del género, lo que provoca momentos sorprendentemente entretenidos.
Brendan Fraser ofrece una actuación convincente como un personaje ingenuo y encantador. Su interpretación resalta su habilidad para conectar con la audiencia, y utiliza de manera magistral la tecnología digital para enriquecer su performance.
Es una historia inspiradora, pero algunos puntos de la trama son tan simples que su relación con los hechos de la vida de una persona se convierten en una conveniencia.
Esta ingeniosa sátira equipara el materialismo, el narcisismo, la misoginia y el clasicismo con el homicidio, pero logra que te rías tan fuerte de su protagonista que no te darás cuenta que en realidad te estás riendo con él.
Ni el director ni el guionista muestran interés por los personajes ni por la trama; solo se dedican a aparentar un enfoque feminista con el único propósito de ganar dinero.
Esta conmovedora historia está llena de composiciones impresionantes, espectáculo hermoso y filosofías inspiradoras articuladas por figuras simpáticas.
La alegoría de este thriller de yakuzas se me escapa, pero el manejo de tonos del director y guionista Takeshi Kitano, que van de lo depresivo a lo hilarante, es impresionante.