Tiene suficientes elementos en común con 'Game of Thrones' para ocupar el lugar que dejó esa obra maestra en el corazón de la audiencia y en sus listas de películas.
Todo es delicioso y está hecho con confianza y elegancia. Las parodias son fabulosamente divertidas, las bromas geniales y las actuaciones maravillosas.
Disfrutar de momentos con Naomi Campbell y su equipo resulta sumamente entretenido, casi en exceso. Se convierte en un cautivador festival de nostalgia.
Un documental más audaz no se limitaría a enfatizar el espectáculo y las historias de los supervivientes, restando importancia al contenido esencial. Esto no implica que las narrativas de los supervivientes carezcan de emocionalidad.
Hace un buen trabajo al mostrar el poder y la influencia de los medios de comunicación a la hora de dar forma a la historia y sus efectos sobre las personas que dirigían la investigación.
Es un asunto mucho más retro, un horror gótico casi estándar que explota los miedos más antiguos sobre lo poco que es posible conocer a alguien y lo bien que los monstruos pueden esconderse a plena vista.
Para aquellos de nosotros a los que les gustan las tramas -montones y montones de tramas- 'Westworld' da en el clavo tanto como lo hace 'GoT'. Dios, suceden tantas cosas.
El guión es denso, ágil, divertido, sin perder el ritmo o malgastar palabras. Por lo general, te hace reír hasta el momento en que te clava la estaca en el corazón, convirtiéndote en polvo.
Se ha encargado, creado, actuado y emitido de absoluta buena fe. No hay ni una pizca de cinismo en ella. Pero poco hay de nuevo aquí, y eso significa que la mayor parte de su fuerza se genera casi automáticamente.