Filme magistralmente narrado, un tour de force dramático que, a pesar de su aparente banalidad, se ve de un tirón y por el que asoma, sin complejo alguno, una sentimentalidad nada complaciente.
La película mantiene su atracción principalmente por el deseo de descubrir cómo culminará la historia que establece, más que por el contenido visual que presenta.
Se deja ver sin desdoro. Ello es debido a un par de cosas: una, a la impactante, magnética mirada de la niña Noa Fontanals. Otra, a la determinación con que Macías lleva a buen puerto una historia femenina con algunas roturas, y con forma de road movie.
¡Vivan las cadenas! Pero lo peor de Madagascar no es su ideología, sino su incapacidad para resultar entretenida. A pesar de algunos momentos chistosos y de su buen arranque, los agotadores discursos de los personajes terminan haciéndola larga, interminablemente aburrida.
Tres profesionales excelentes, cada una de ellas logra dotar a su personaje de la credibilidad necesaria para sostener un filme que no es complaciente, sino absorbente e impecable.
Un sólido relato de supervivencias angustiadas, por sus rendijas también se cuela, y no es un mérito menor, el helado aire social de estos tiempos de derrota y desazón.
Lo que hace que las vidas más o menos grises de este grupo de personas logren llegar al ánimo del espectador y conmoverlo, es la maestría con la que un guion hábilmente estructurado entrelaza, enreda y desenreda sus existencias.
Un perfecto ejemplo de la maestría y de la capacidad de abstracción y de síntesis a que ha llegado Chabrol en su dilatada carrera. Nada sobra en el filme.
Nada ni nadie está a salvo de las iras de los responsables de esta sangrante, hilarante peripecia. Gamberrada sin desmayo, delirante mirada uno de los productos más salvajemente divertidos creados por el show business americano.
Espectacular producción de la Disney. Es un poco demasiado morosa, se entretiene demasiado en contar la lucha de los perros. Una propuesta pensada para ser degustada por los espectadores más jóvenes.