Soberbia ópera prima que no subestima al espectador, quien es testigo y reconstruye, a partir de los mínimos datos, un pasado oculto, obstruido por el silencio y dominado insistentemente por la elipsis y los planos generales.
Una película kitsch que engancha desde el primer minuto. Es una obra hábil, ya que es sencilla y no pretende ser lo que no es. Patrick Mille presenta su propia road movie, que resulta manierista y vulgar.
Los autores crean una intrigante unión entre el documental y la ficción. El resultado es un relato naturalista que se presenta con la profundidad de un drama shakespeariano. Es una película muy educativa.
Es un interesante juego de dualidades, una sofisticada tragicomedia que funciona en su conjunto. Sin embargo, la pompa melodramática contrasta con la sintonía inicial establecida, lo que deja un ligero sabor telefílmico.
La directora demuestra una notable sensibilidad hacia el drama y aborda la historia con elegancia. Aunque el talento y el virtuosismo son innegables, el resultado se siente algo lánguido.
Lo magistral en la realización de Cooke es que, al observar el conjunto y no solo las partes, ese halo de destino trágico, casi shakesperiano, se convierte en la clave de su éxito.
Resulta muy acertado el perspectivismo múltiple, engranado con la coreografía, para potenciar el simbolismo de la tragedia inminente. Sin embargo, termina desarrollando un suspense alambicado y confuso.
Anna es lo que parece: cine palomitero con exceso de adrenalina y clichés. El frenesí del montaje y el juego de muñecas rusas en la trama logran mantener el interés por la película.
Un intimismo que no se siente cargante. Wang se desliza con sutileza entre la sencillez y la excentricidad, aborda temas profundos y, lo más admirable, lo hace sin pretensiones.
Film sobrio y dinámico, aunque nada nuevo y dominado por los mismos patrones clásicos que aquellos films protagonizados por John Wayne. Film definitivo para fordianos nostálgicos.
Enérgico documental que ofrece una crónica apasionante sobre la libertad, aunque se ve marcada por la tragedia y la culpa. Es una obra recomendable que invita a reflexionar.
Es acertada y sincera en su misión pedagógica. Olivier Ayache-Vidal se decanta por un discurso sereno y de amable ironía, pero precisamente ese punto medio y la obsesión didáctica hacen de la película una obra fácilmente olvidable.
No hay incorrección política y el humor mantiene un tono comercial agradable. Es una obra carismática que aborda el cáncer de manera honesta, sin ser condescendiente. El resultado es profundamente humanista.
Howden logra sostener y mantener la tensión narrativa en todo momento. Es una película excesiva, histriónica y ideal para disfrutar de la acción sin ningún tipo de filtro ético o estético.
Atesora el rigor de la crónica histórica, evitando caer en un dramatismo excesivo, y se presenta como una opción atractiva y fresca para cinéfilos y aficionados a la historia contemporánea.
Tenso y claustrofóbico thriller donde, desde su arranque, el espectador asume encantado que no va a poder apartar la mirada en los próximos 85 minutos.
