El gran embrollo que son la historia y el tono desparejo del film no pueden ser salvados ni por Cruise, ni por Crowe, ni por buenos efectos. La película es una serie de combinaciones que no encajan e intentos fallidos.
'Jojo Rabbit' tiene una estética que remite al cine de Wes Anderson, pero con mayor contenido y ambiciones. El elenco sostiene incluso las escenas más jugadas.
Tiene su encanto, aunque se hubiese beneficiado con un guión más trabajado que la podría haber transformado en algo más que una historia curiosa de un rescate improbable.
En la última parte, los arriesgados movimientos de Agüero resultan mucho más efectivos. A pesar de que el desenlace no logra ser convincente, la propuesta experimental y la atmósfera que crea la película son verdaderamente interesantes.
No hay lugar para las sutilezas en 'The Shape of Water', pero sí para el romanticismo, la sensibilidad y el humor dentro de un paquete de una enorme belleza visual.
El centro de toda la película es Jackie y ni la narrativa ingeniosa ni la ajustada puesta en escena de Larraín hubiesen funcionado si no fuera por la actuación de Natalie Portman.
Fiel a nuestros tiempos, la película también toca el tema de la representación y la diversidad en el cine. No lo hace de una manera moralizante, más allá de algún diálogo más explícito al respecto, sino desde su espíritu de comedia.
El director busca que cada imagen sea "poética", pero esta combinación resulta algo insatisfactoria. Sin embargo, la película es visualmente atractiva y logra crear empatía con los personajes.
La película presenta aspectos positivos, como su intento de explorar la psicología de Felt. Destaca especialmente la formidable actuación de Liam Neeson y la excelente labor de su coprotagonista, Diane Lane.
Es una pena que el realizador haya olvidado sus raíces en la comedia, lo que podría haber dotado a la película de un sentido del humor necesario, en lugar de la solemnidad que se refleja en los planos que buscan desesperadamente una poesía en este 'Guasón' tan infinitamente triste.
La habilidad para transformar este tipo de relatos en narrativas cautivadoras, evitando caer en el panfleto, es un mérito de directores como Alan Pakula y Steven Spielberg. Jason Reitman se une con honor a ese selecto grupo.
'Maligno' demuestra compartir los códigos del espectador de terror avezado, pero también se entrega al objetivo más básico del género: divertir asustando y asustar divirtiendo.
Subraya hasta el hartazgo intenciones feministas que no logran salir de lo superficial. Todo esto resulta forzado y distrae de los aspectos más entretenidos de la película.