La película presenta un elenco excepcional y una cuidadosa atención a cada detalle, sin embargo, su extravagancia excesiva puede llegar a ser más irritante que entretenida.
Bill Nighy y Aimee Lou Wood brindan actuaciones profundamente conmovedoras en esta melancólica y sutil historia sobre la mortalidad y la juventud perdida.
Duele lo suficiente para captar nuestro interés, profundizando en su narración de manera que duele, mientras mantiene la superficialidad de una diversión mórbida.
Su estructura poco sólida presenta diversos inconvenientes. Sin embargo, la elegancia visual y el ritmo enérgico que impone Craven logran compensar estas deficiencias.
Un inolvidable y espeluznante drama psicológico que saca el máximo partido a un argumento sencillo y lo convierte en una exploración infernal de lo que el ser humano es capaz de hacer.