Su desarrollo dramático no lineal muestra distintos episodios de vida que se desprenden de manera asociativa, aunque a veces resultan algo forzados por las circunstancias. Persiste un desconcierto y la sensación de que hay aspectos que no se concretaron en las intenciones de su autor.
No obstante su confusa y reiterativa perorata, la trama se desarrolla de una manera concluyente para caer en situaciones delirantes. El espectador sensible puede verse afectado ante la crudeza expuesta y preguntarse cómo es posible que persistan tantas telarañas.
Un brío particular inunda la pantalla y el espectador queda literalmente pegado al asiento en esta fenomenal comedia negra argentina donde no hay minuto malo.
Una maravillosa e irrepetible cinta que homenajea de hecho a “una ciudad de sueños” (Los Ángeles); al jazz, cuya influencia no se extingue, y al cine mismo de nostálgicas tonalidades romántico-musicales.
El diseño cuidadoso de la obra se combina perfectamente con la rica narrativa de la cultura japonesa. Además, se aprecia la influencia de las historias de detectives de la posguerra, inspiradas por el legendario Akira Kurosawa, quien siempre busca unir el pasado con el presente.
Lo único que destaca de esta insípida coproducción internacional es el enamoramiento de una joven más allá del sexo. Con diálogos repetidos y actitudes anticuadas, tanto Geraldine Chaplin como Ángela Molina no logran enriquecer sus filmografías.
La impresionante calidad visual y la atmósfera que se presenta pueden hacernos olvidar las tensiones dramáticas o pasionales, permitiéndonos sumergirnos en bosques envueltos en niebla, interiores llenos de luz y delicados vestidos.
Sin clarificar ni coincidir en su esencia dramática, se presentan dos perspectivas: la de la intrusa y, tras treinta minutos, la de la víctima atrapada. Genera suspenso al estilo Hitchcock, con imágenes desagradables al estilo de Polanski, y recurre a estereotipos de género inspirados en "actividades paranormales".
El autor de 'Contracorriente' busca conectar las devastadoras secuelas de un maremoto con aspectos literarios, pero sus esfuerzos resultan infructuosos al intentar vincular las ruinas naturales con una serie de eventos oscuros.
Rubén Mendoza, un director con gran experiencia, logra retratar la esencia compleja y solitaria de una persona transgénero, reflejando su autenticidad y conexión con la tierra boyacense.