Se resalta por su impresionante fuerza visual y aciertos técnicos, además de las destacadas actuaciones que logran crear una atmósfera de época auténtica y sin solemnidad, con toques de humor sutil.
Un thriller que mezcla lo sobrenatural con una posible explicación lógica, repleto de reconocidas estrellas, aunque su narrativa es algo simple, lo que lleva a la industria a diluir las características del autor.
La película se siente como una mezcla de películas estadounidenses, especialmente de los años 80, pero con un toque y personajes muy argentinos. Aunque la idea es atractiva, el resultado final no es consistente.
Balagueró tiene un talento especial para crear tensión, su estilo único logra mantenernos al borde de nuestros asientos y nos invita a reflexionar sobre lo que estamos viendo.
Thriller que sigue las reglas del género y luego rompe algunas de ellas, es impecable en lo técnico: envuelve con sus atmósferas ominosas, nocturnas; veladas y refractarias, como un vidrio esmerilado.
La película explora el amor y la furia, el sufrimiento y la efímera felicidad, a través de los ojos de un preadolescente, manteniendo esta perspectiva a lo largo de toda la narración.
El filme presenta un enfoque didáctico, lleno de clichés, pero con una conexión clara y efectiva. Es más una lección de historia que una experiencia cinematográfica.
Doscientos años de historia argentina se despliegan a través de declaraciones imbuidas de violencia, en un diálogo verbal y arquitectónico intemporal. Todo esto se presenta con la fluidez y belleza de un poema visual.
El guión presenta sorpresas, reduce la misoginia del enfoque inicial y elabora chistes con referencias comprensibles. Lo demás es el talento de Bertuccelli junto con el estilo de Taratuto, lo que permite al espectador decidir si disfrutará la película.
Es, en realidad, incorrecta y correcta al mismo mismo tiempo. Ambigüedad también aplicable a la construcción de su protagonista y a su estilo narrativo.
Bajo la dirección de otro realizador, la película podría haberse convertido en una comedia paródica exagerada. Sin embargo, la séptima entrega de Burman toma un rumbo diferente, alejándose de las fórmulas convencionales que buscan la masividad.
La vida, el amor y el buen cine nos traen incertidumbre y malestar. Esto se refleja en la obra de Jacquot, quien logra captar esa esencia a la perfección con Huppert como su inspiración.
Aunque carezca de sofisticación, esta comedia dramática de enredos es singular. Lo curioso es la manera en que se aborda: la película trata dilemas complejos con una ligereza notable.