La película explora el amor y la furia, el sufrimiento y la efímera felicidad, a través de los ojos de un preadolescente, manteniendo esta perspectiva a lo largo de toda la narración.
El filme presenta un enfoque didáctico, lleno de clichés, pero con una conexión clara y efectiva. Es más una lección de historia que una experiencia cinematográfica.
Doscientos años de historia argentina se despliegan a través de declaraciones imbuidas de violencia, en un diálogo verbal y arquitectónico intemporal. Todo esto se presenta con la fluidez y belleza de un poema visual.
El guión presenta sorpresas, reduce la misoginia del enfoque inicial y elabora chistes con referencias comprensibles. Lo demás es el talento de Bertuccelli junto con el estilo de Taratuto, lo que permite al espectador decidir si disfrutará la película.
Es, en realidad, incorrecta y correcta al mismo mismo tiempo. Ambigüedad también aplicable a la construcción de su protagonista y a su estilo narrativo.
La vida, el amor y el buen cine nos traen incertidumbre y malestar. Esto se refleja en la obra de Jacquot, quien logra captar esa esencia a la perfección con Huppert como su inspiración.
Aunque carezca de sofisticación, esta comedia dramática de enredos es singular. Lo curioso es la manera en que se aborda: la película trata dilemas complejos con una ligereza notable.