Con inteligencia, Martínez evita la trampa de crear un simple catálogo de situaciones insólitas que probablemente haya vivido. Los elementos dramáticos son sutiles, pero muy efectivos.
Casi todo falla: la pareja no tiene química; ella parece llevarlo siempre a él por delante. El cinismo superficial se alterna con la emotividad manipuladora, sin provocar mayor efecto en ninguno de los casos, y se percibe un tufillo moralista.
Frenkel restó una parte de su esencia y puso el cine al servicio de Lavand, agregando una capa de ilusionismo que eleva aún más la magia del ilusionismo.
Un entretenimiento discreto, que se asemeja más a un cómic inquietante que a una superproducción ambiciosa. Su desenlace es predecible, con una moraleja y la clara intención de dar pie a una secuela.
En la primera parte, el filme logra captar la atención al introducir tensiones interesantes. Sin embargo, con el tiempo, se nota una carencia en el desarrollo de los personajes y, posteriormente, en la originalidad del guión.
García emplea el suspenso, la agudeza y la incertidumbre para desarrollar múltiples capas de significado. Incluso refleja sus propias dudas y limitaciones, lo que se convierte en una prueba, ya sea voluntaria o involuntaria, de su capacidad intelectual.
Noble en sus intenciones, la película presenta una estructura bastante rígida. En ocasiones, cae en lugares comunes y en frases reiterativas que recuerdan al cine nacional clásico, además de un uso excesivo de sentimentalismo, acentuado por la banda sonora.
La propuesta suena intrigante y atractiva y durante gran parte de su desarrollo cumple con esa promesa. Sin embargo, en la parte final, el director alemán Daniel Stamm parece perder el rumbo de la historia y esto provoca que se descarrile por completo.
Se resalta por su impresionante fuerza visual y aciertos técnicos, además de las destacadas actuaciones que logran crear una atmósfera de época auténtica y sin solemnidad, con toques de humor sutil.
Un thriller que mezcla lo sobrenatural con una posible explicación lógica, repleto de reconocidas estrellas, aunque su narrativa es algo simple, lo que lleva a la industria a diluir las características del autor.
La película se siente como una mezcla de películas estadounidenses, especialmente de los años 80, pero con un toque y personajes muy argentinos. Aunque la idea es atractiva, el resultado final no es consistente.
Balagueró tiene un talento especial para crear tensión, su estilo único logra mantenernos al borde de nuestros asientos y nos invita a reflexionar sobre lo que estamos viendo.
Thriller que sigue las reglas del género y luego rompe algunas de ellas, es impecable en lo técnico: envuelve con sus atmósferas ominosas, nocturnas; veladas y refractarias, como un vidrio esmerilado.