Sutil y experta en las herramientas del cine, la película aborda la diversidad de este universo educativo, revelando sus problemas, contradicciones y carencias. Lo hace a través de una observación cuidadosa, sin caer en voces en off, sin recurrir a cabezas parlantes ni a retórica.
Un tanto irregular, pero desaforada, espasmódicamente entretenida. recibe al espectador con un cross al mentón y un desenfrenado combo cinematográfico que bombardea los sentidos.
La película presenta varios puntos débiles, como la redundancia, el maniqueísmo y, especialmente, la excesiva acumulación de situaciones dramáticas, que son más expresadas que realmente puestas en escena.
Con inteligencia, Martínez evita la trampa de crear un simple catálogo de situaciones insólitas que probablemente haya vivido. Los elementos dramáticos son sutiles, pero muy efectivos.
Casi todo falla: la pareja no tiene química; ella parece llevarlo siempre a él por delante. El cinismo superficial se alterna con la emotividad manipuladora, sin provocar mayor efecto en ninguno de los casos, y se percibe un tufillo moralista.
Frenkel restó una parte de su esencia y puso el cine al servicio de Lavand, agregando una capa de ilusionismo que eleva aún más la magia del ilusionismo.
Un entretenimiento discreto, que se asemeja más a un cómic inquietante que a una superproducción ambiciosa. Su desenlace es predecible, con una moraleja y la clara intención de dar pie a una secuela.
En la primera parte, el filme logra captar la atención al introducir tensiones interesantes. Sin embargo, con el tiempo, se nota una carencia en el desarrollo de los personajes y, posteriormente, en la originalidad del guión.
García emplea el suspenso, la agudeza y la incertidumbre para desarrollar múltiples capas de significado. Incluso refleja sus propias dudas y limitaciones, lo que se convierte en una prueba, ya sea voluntaria o involuntaria, de su capacidad intelectual.
Noble en sus intenciones, la película presenta una estructura bastante rígida. En ocasiones, cae en lugares comunes y en frases reiterativas que recuerdan al cine nacional clásico, además de un uso excesivo de sentimentalismo, acentuado por la banda sonora.
La propuesta suena intrigante y atractiva y durante gran parte de su desarrollo cumple con esa promesa. Sin embargo, en la parte final, el director alemán Daniel Stamm parece perder el rumbo de la historia y esto provoca que se descarrile por completo.
Bruno Dumont logra una fusión singular de narración simple y austera, utilizando un estilo elíptico que se entrelaza con un lirismo profundo y una complejidad sutil.
La opera prima de Gonzalo Tobal se presenta de manera sutilmente clásica, exhibiendo una formalidad sólida que no se confunde con la rigidez, y cuenta con actuaciones que son tanto cuidadosas como espontáneas.