La descripción del orgullo del colono blanco, que se encuentra profundamente arraigada en el paisaje narrativo y visual, es magistralmente encarnada por Isabelle Huppert. Su actuación es una verdadera maravilla.
Martin-Laval frecuentemente utiliza situaciones poco probables que añaden un toque extra de sentimentalismo y dramatismo, lo que convierte una historia ya de por sí emotiva en algo que roza el 'kitsch'.
Suple la falta de originalidad de su diseño narrativo con su eficacia en la ejecución. Lamentablemente, en algunos momentos intenta suavizar la personalidad de Israel a través del sentimentalismo.
Las referencias de Ferry se alejan progresivamente de 'Máximo riesgo' para acercarse a 'Deliverance'. La sugestión amenazante da paso a una explicitación ridícula y grotesca.
Kawamura recurre en exceso al melodrama y a la sobreactuación, sin embargo, logra equilibrarlo al otorgar a la película una notable sofisticación estética, un cuidadoso uso de los símbolos y un montaje impresionista.
Los hermanos belgas logran acercarse a lo mejor de su carrera con la conmovedora historia de dos jóvenes inmigrantes africanos. Su inigualable sentido de la economía narrativa asegura que cada escena de la película sea necesaria y relevante.
Una obra definitivamente austera, a la que no sobra ni una escena ni un solo gesto dramático, y que aun así se muestra rebosante de sustancia sobre la que hacernos meditar (...) y de capacidad para hacernos un nudo gigantesco en la garganta.
Su metraje avanza con lentitud y la película no logra alcanzar la intensidad dramática necesaria. Además, sus escasas virtudes se ven opacadas por sus excesos.
Evita juicios a la hora de retratar cómo la tecnología ha transformado el romanticismo, mostrando un desenfado y una sensualidad que son excepcionales en la obra de su director.
Magnífico western. Reichardt confirma una vez más que su método narrativo minimalista no está reñido con la creación de suspense ni con su infinita capacidad para conmover.
Detallado desarrollo de los personajes. Un impecable trabajo de animación deslumbra por sus inmersivos ángulos de cámara y sus alusiones a estilos estéticos como el pop art y el impresionismo.
Heller se las arregla para escapar tanto de la mera santificación del personaje como del exceso de sentimentalismo, y al mismo tiempo exhibe buena mano para equilibrar lo cómico y lo melancólico.
Adopta un tono apagado que resulta muy eficaz. Batra modera tanto el aspecto sentimental como los elementos cómicos y dramáticos, lo que desemboca en que sus dos protagonistas se conviertan en figuras casi vacías.
No tiene interés en ser lo que supuestamente es. Tampoco se molesta en dar explicaciones lógicas sobre el comportamiento de sus personajes. Parece contentarse con existir; esas actrices merecen más.
Como ya le sucedía a su modelo, es una película que carecería de sentido si no la vehiculara una gran intérprete. No tiene nada de especialmente malo, pero tampoco razón de ser.