Hay un desequilibrio de altura entre los protagonistas, lo que hace que sus interacciones sean ligeramente ridículas. No obstante, Mullan aporta intensidad.
A pesar de no igualar a las clásicas comedias de Tracy y Hepburn que intenta emular, la película es ingeniosa y lo suficientemente entretenida como para disfrutar de unas horas ligeras.
Las aguas son profundas en este interesante melodrama psicológico. Rampling y Sagnier encajan bien como opuestos sociales que se convierten en aliadas cautelosas.