Una película sobrecargada pero hermosamente interpretada. El guion tiene los excesos de una extravagancia caprichosa de un actor. Pero los momentos individuales son sensibles y emotivos.
Aunque a muchos espectadores les atraiga más una dulce venganza contra su ex infiel que un romance, no podemos evitar animar a Solène y Hayes a que encuentren la forma de hacer que su relación funcione.
Una historia de amor que mezcla hábilmente los ritmos familiares de un romance de película clásica con los detalles distintivos de dos de los jóvenes más públicos del mundo que intentan mantener su relación en privado.
Lo personal es político, pero en esta película el argumento se hace más poderoso con la historia personal que con la ráfaga de clips o las teorías sobre la historia.
Las actrices intentan brillar en roles que carecen de profundidad. Las situaciones de romance, trabajo y amistad se solucionan de forma apresurada y sin profundizar en sus matices.
La mejor hasta la fecha. Mezcla poderes de monstruos perdidos y encontrados, llena de pura y alegre tontería, además de ofrecer una visión conmovedora de la familia.
Con papeles como este, Foster muestra su talento, sin embargo, la trama no le ofrece mucho para desarrollar su personaje, lo mismo ocurre con Wallace, cuyo rol resulta poco interesante.
Hay lecciones sobre el acoso escolar y el trabajo en equipo. Sin embargo, en comparación con la película original o con otras más recientes, se siente mediocre y poco impactante.
A pesar del destacado desempeño de Ben Mendelsohn, Daisy Ridley y Gil Birmingham, la interpretación del director Neil Burger resulta ser un thriller bastante convencional.