El film de Brad Bird comienza como una emocionante aventura similar a 'Hombres de negro', pero a medida que avanza, se transforma en una serie de explicaciones complejas que recuerdan el estilo del cine de Christopher Nolan.
Esta secuela reafirma y magnifica los descubrimientos de la película anterior, convirtiéndose en un referente de estilización visual, un ejercicio autoconciente y una apropiación creativa de la violencia extrema.
Posee la mecanicidad típica de las obras diseñadas exclusivamente para su explotación económica, y su relato no logra un ritmo y cohesión adecuados hasta después de aproximadamente treinta minutos.
La película no logra definir las normas del mundo en el que transcurre, al igual que los personajes. Se siente como una colección de situaciones unidas solo por el capricho de los guionistas.
Todas las situaciones están diseñadas para evocar emociones en el espectador, aunque a menudo esto se logra a través de eventos poco creíbles y forzados.
A medida que la narración avanza, la faceta de cine dentro del cine comienza a cobrar fuerza, alimentándose de referencias y guiños que mitigan el impacto del veneno presente en su primera parte.