Ari Gold (Jeremy Piven) logra insuflar pequeñas bocanadas de vida a esta fiesta con refrescos sin gas en la Mansión Playboy, minutos antes de su demolición.
Es posible que quienes no estén familiarizados con el universo de la serie se sientan un poco desorientados. Sin embargo, los aficionados están de celebración: Phineas y Ferb se ha adaptado a este formato de larga duración con la misma eficacia que Las Supernenas o Bob Esponja antes que ellos.
Yonebayashi no se atreve a apartarse ni un ápice del canon estético fundado por el padre Miyazaki, pero esto es mucho más que el trabajo de un alumno aplicado: su aliento onírico, potenciado por la música de Cécile Corbel, lo acerca al sobresaliente.
El debutante Theodore Melfi muestra conocimientos adquiridos de la Escuela Alexander Payne, aunque todavía le falta perfeccionar la gradación tonal. Se trata de una propuesta irregular, pero a la vez muy estimulante.
McCarthy consigue que sus personajes sean frescos, cercanos y auténticos. Aunque en el tramo final no logra resolver los conflictos de manera efectiva, cierra la historia con un plano final que impacta profundamente sin recurrir a trucos.
Ricki es, más allá de sus concesiones al melodrama sencillo, una nueva adición al panteón de protagonistas indómitos que la guionista Diablo Cody ha creado desde 'Juno'.
Una forma muy pura de amargura se ha ido colando a través de su grosería, hasta el punto de que 'American Pie: El reencuentro' sería la cinta de humor zafio más reflexiva de todos los tiempos.
Director y guionista intentan extraer algo de verdad de su elenco, pero todos parecen moverse por inercia en una trama sin espacio para la sorpresa o la improvisación.
Una reinterpretación de su película original, priorizando la impresión del nuevo espectador sobre el conocimiento previo del humor. La ambigüedad de Ed Helms une un grupo algo desorganizado.