Las dificultades para imponer un equilibrio entre la disciplina y la comprensión de los ambientes de los alumnos son el hilo conductor del argumento, que se desarrolla con firmeza.
Entre la variedad de puntos de observación y la excelencia cromática de Cate Blanchett, obtenemos un dibujo geométrico y confuso pero también minucioso y comprensible.
La directora presenta una historia visualmente cautivadora, llena de lírica y simbolismo. "The Other Lamb" busca explorar lo trágico de las sectas, aunque su intención es abarcar un tema aún más amplio: el heteropatriarcado.
Sentimientos más o menos reales a los que las canas y las puñetas no les otorgan el valor de dos reales. Trata emociones muy profundas, sin embargo, no deja de lado su superficialidad.
Los personajes y las actrices son el gancho de la película, y de un modo natural y emocionante hasta refrescan algunos aspectos supuestamente metafóricos como pájaros, mar todo ello ya algo desnortado.
La película carece de sustancia y se convierte en una interminable "road movie", plagada de escenas de euforia y juerga juvenil, ya sea en un autobús, en la carretera o en una explanada.
La hostilidad del paisaje, junto a las desconfianzas que la adolescencia obliga a combatir, son la argamasa emocional que sostiene el edificio fílmico.
Sorprendente ejercicio espiritual que realiza Brüggemann con esta película, de estructura rígida y contenido tan maleable que cualquier espectador, ya sea religioso, laico o de una posición intermedia, podría asimilarla cómodamente.
Un dramón cocido en la esencia de un retrato social deprimente, que destaca la belleza de Bárbara Lennie. Dado que la película no explora más allá de este enfoque, no tiene sentido buscar otras perspectivas.
Es una película dirigida a adolescentes, pero carece de profundidad. Mezcla situaciones melodramáticas que suavizan aún más una trama ya de por sí débil.
Probablemente nunca se ha hecho una película que refleje con tanta física y química el amor y lo otro entre dos mujeres, y puede que valga la frase terminada entre dos personas.
La descripción de ambientes y situaciones es lo suficientemente pesimista para que la trama sea efectiva; la violencia, tanto física como moral, se presenta de tal manera que logra mantener al espectador involucrado.
Se queda un poco sosita en su contenido. Hay momentos de buen cine, pero el director parece demasiado preocupado por imitar a Gus Van Sant, persiguiendo con la cámara al protagonista.
A pesar de que la película ata su discurso con cordel grueso, mantiene un tono digno y respetable, logrando que los fondos y las figuras se impregnen de verosimilitud mutuamente.