Dos películas en una, ya se dijo, sobre dos matrimonios donde ellas son permanente energía que se reparte entre el goce y la frustración, mientras ellos son maridos más bien discretos, sarcásticos y aguantadores.
La película es todo lo insólita y entretenida que suena: Spike Lee tiene la virtud de operar en distintos registros sin desarmar el tono general de la propuesta.
Esta batalla se basa en empatías por defecto y "anticipa" el futuro con los resultados evidentes. Es una película que tiene mucho que decir, pero que muestra poco.
La severidad eficiente del relato, así como un reparto que entre otros incluye a Kathy Bates y a Sam Rockwell, dan cuerpo a un fresco palpitante que es también un drama conmovedor. Clint Eastwood la hizo de nuevo.
La película no se jacta de tener una respuesta muy acabada ni de pintar el cuadro completo de quién es Gilda. Más bien ensaya, tantea, insinúa y en ese empeño le va dando vida a un personaje particular.
Si la primera 'Scream' arrancó con una escena de 12 minutos llena de sorpresiva artesanía, la cuarta chapotea en su propia leyenda, ofreciendo partidas falsas e ironías estériles.
Un cine de vieja escuela que consigue enganchar sin más. Que se entrega a sus objetivos sin mayores muletillas ni comodines, sin mayores pretensiones y con toda la fe.
La originalidad de la propuesta, apoyada en las interpretaciones de chiquillos sin trayectoria actoral, conviva problemáticamente con un canto a la vida de alcances acotados y con la aparente suposición de que, mientras más se mueva la cámara, más realista será la representación.
No se puede obviar la falta de auténtica tensión emocional en los momentos clave. Es lamentable, especialmente teniendo en cuenta que se trata de un amor que podría haber brillado en pantalla.
Un cóctel extraviado de buddy movie y de registro epocal de anticipación, que para peor puede producir desconsolada nostalgia por 'Blade runner' o 'Minority report'.
Quienes siguen a Ritchie no deberían decepcionarse. Hay flashforwards que funcionan de manera efectiva y ralentizaciones que se entrelazan con música de DJ.
La película emplea de manera festiva el recurso de la memoria emotiva como eje central de una dramaturgia eficaz, resultando en una travesía narrativa que, aunque contiene sus tópicos y repeticiones, eleva el material que utiliza.