Con esos tres personajes de pocas palabras, solos en el mundo, con el polvo del camino, los pueblitos perdidos y unas gallinas robadas, la debutante Fernanda Ramondo pinta lo que puede ser el comienzo de una familia.
El asombroso actor español Oscar Jaenada es lo mejor y lo único irreprochable de un film con estilo anticuado, libertades históricas innecesarias y discutible elección de ciertos intérpretes.
Dejó en la retina de varias generaciones por lo menos tres escenas notables. Representativas, también, del nivel casi impecable de su estilo, atento a las formas refinadas, el drama emocional y el interés del público.
La despedida mundial de Indiana Jones no tiene la emoción que se esperaba. Aun así, es una fiesta, con artistas y técnicos de primera, recursos que causan admiración y entusiasmo.
Personajes, ambientes lujosos, intrigas que solo podrá dilucidar una mente brillante, y el típico humor inglés de los viejos tiempos, van de la mano con la tradición, y le rinden debido homenaje a doña Christie.
Dura, seca, reveladora, con unos actores excelentes que ilustran muy bien, entre otras cosas, de qué se habla cuando se habla de “la banalidad del mal”.
Maggie Peren logra entretener mientras refleja realidades. Su representación de la vida cotidiana bajo el Reich es realmente convincente, y recibió asesoría del propio Schonhaus.
Intérpretes excelentes como Daniel Auteuil, Gilles Lellouche y Sara Giraudeau hacen que la película destaque. La base de este film es una exitosa obra de teatro de Jean-Philippe Daguerre, pero la adaptación es tan lograda que su origen teatral pasa desapercibido.
La historia ganaría en intensidad con un director especializado en melodramas complejos, como el alemán Christian Petzold. Además, una adaptación más cuidadosa del personaje del hijo menor, presente en la novela original de Ridhian Brook, podría enriquecer significativamente la narrativa.
De a poco, el asunto se va haciendo inquietante. Tal vez muy de a poco, pero Emilia Attias, Mara Bestelli, el uruguayo Roberto Birindelli, (...) saben equilibrar el ritmo lento y alguna otra falencia.
A diferencia de “El arca rusa”, donde recorría el Hermitage de San Petersburgo, en “Francofonia” Aleksandr Sokurov examina retrospectivamente el Museo del Louvre, cuando los nazis intentaban saquear sus tesoros.