El autor Blas Eloy Martínez tiene un profundo conocimiento sobre el tema, ya que ha dedicado nueve años a estas tareas. En su obra, logra reflejar con una sutil ironía y un estilo que recuerda ciertas comedias montevideanas contemporáneas.
Esta película tiene ciertos méritos de entretenimiento y llamado de atención, pero también unos cuantos defectos que la hacen medio fastidiosa: es superficial, sobradora, irregular.
No es una tragedia, tampoco un drama social aunque tenga elementos, ni exactamente una comedia, aunque termine de modo simpático; no es un film perfecto, pero vale la pena.
Es una obra curiosa y singular, que destaca por dos aspectos interesantes: la moraleja final y la habilidad de crear una película bien realizada con un presupuesto muy reducido.
Debut de Martín Piñeiro, un director de cine publicitario que ha logrado, afortunadamente, evitar los trucos del cine comercial. Sin embargo, el guión presenta algunos vacíos que podrían haberse corregido.
Descostillante, acelerada e ingeniosa, “Mi gran noche” ofrece una producción de gran envergadura que se disfruta mejor en la gran pantalla. Esta película critica el universo de la televisión y a su audiencia, atrapada en una búsqueda de una felicidad ilusoria.
Pudo ser una comedia picaresca, un vodevil neosocialista, pero prefirió arriesgarse y convertirse en expresión tucumana del Nuevo Cine Argentino, con el permiso para eludir pautas narrativas clásicas.
Ni el viaje por lugares muy poco turísticos de “El muerto y ser feliz” ni la cantidad de personajes medianamente curiosos llegan a ser tan molestos como el uso abusivo de la narración en off.