Enrique Gato consigue en esta segunda entrega de las aventuras de su intrépido explorador combinar la comedia y el cine de aventuras con soltura y eficacia, delinear personajes atractivos y gags bastante logrados.
Turistas estadounidenses en busca de exotismo, la amistad entre niños de diferentes mundos, apasionados de la tecnología y emocionantes persecuciones, todo ambientado en una gótica Transilvania donde una vaca vampiro voladora se destaca como el descubrimiento más sorprendente.
Resulta una película ingeniosa en su forma y efectiva en su resultado. Y les debe muchísimo a sus extraordinarias actrices, que más allá de maquillajes y prótesis faciales, dotan de fuerza y emoción a personajes exigidos.
No hay sutileza posible ante un universo dibujado con trazos gruesos, donde los personajes exhiben diálogos y conductas inverosímiles, al tiempo que se hace un uso especulativo de todas las formas de violencia.
Revierte algunos tópicos sexistas del género y explora lo que ha cambiado en las relaciones contemporáneas, pero lo hace sin perder del todo el pudor burgués que fue siempre el verdadero límite de la comedia sexual.
La adaptación del bestseller de Jamie McGuire, protagonizada por una excampeona de póquer y un exluchador, carece de acción antes de sumergirse en una trama poco ingeniosa y con un erotismo artificial.
'Aftersun' es una película tan íntima como universal, capaz de asumir la mirada infantil sin mistificarla, restituyendo su aguda consciencia, su firme percepción.
Tiene el pulso de la inmediatez del presente. Se concentra en una estética clara y luminosa, definida por un humor excesivamente verborrágico que busca la cercanía con el absurdo.
Hacía tiempo que el género no ofrecía una película compleja y adulta como 'El teléfono negro', sin extraviar a sus personajes en la caricatura o el cinismo, si atar la puesta en escena a los truquitos efectistas de siempre.
Con una destacada y enigmática actuación de Nina Dziembrowski, el nuevo filme de Inés Barrionuevo presenta un universo adolescente más amplio, sofisticado y urbano que el de sus trabajos anteriores.
Hittman nunca convierte al cine en un alegato; simplemente muestra, como Bazin había descubierto acerca de las grandes películas, esos momentos efímeros de verdad que nos brindan los héroes.
En una película que presenta escasas recompensas, con pocos momentos de terror y ausencia de risas, un instante bien logrado se convierte en motivo de celebración.
Con la voluntad de quien define una identidad propia sin perder la herencia del pasado, el director se apropia de ese sentir moral del cine italiano de posguerra para combinarlo con la energía del nuevo milenio, su nocturnidad bulliciosa y sus personajes desafiantes.
Tiene el gran mérito de hacer presente lo no visto sin nombrarlo, de evitar discursos y certezas para instalar dudas e interrogantes. Es la conciencia cinematográfica del director la que elude la cornisa del heroísmo.
La película nunca cede a la tentación de un giro inesperado, sino que se afirma en la convicción de observar con amor los primeros pasos de una vida que comienza.
El film aborda los tópicos clásicos que transitan desde el caos hacia la unión familiar, presentando un realismo sobre las dificultades del sistema de adopción, sin perder el enfoque en su esencia como comedia.
Rampling ofrece su carisma a un austero relato de reconciliación familiar. El debut de Matthew J. Saville se sostiene en la figura de la actriz británica.
Tanto el apego a la experiencia vital del texto de Walls como la inquietante interpretación de Harrelson otorgan a la película un pulso que, en ciertos momentos, se oscurece por el insistente deseo de convertir ese relato en una parábola.
Lo imperdonable es que Holderman no haya explorado algún resquicio de ese inmenso universo alrededor de sus personajes, amontonando tropiezos que terminan por ahogar la genuina química entre las actrices.