El director, Paul Mazursky, ha reunido un reparto magníficamente equilibrado y ha mantenido la acción tan fluida que el espectador se deja llevar por una marea de socarronería mística.
Una película amorfa que no funciona como épica: no tiene la perspectiva o la subida emocional de la narrativa épica. Aunque ciertamente, tampoco es aburrida.
Hay una ausencia total de obsesión personal y cinematográfica en el trabajo de Chrichton. No logra emocionarnos ni creativamente, sin embargo, la película presenta una suntuosidad que es a la vez insípida y satisfactoria.
'L'Enfant Sauvage' de Truffaut es una película mejor concebida sobre el mismo tema, pero la de Penn, a pesar de sus imperfecciones y su teatralidad, resulta ser extraordinaria.
En sus propios términos, la película es sensible y está realizada con gran cuidado. Sin embargo, se siente también como un aburrido fraude: idealiza una vida segura y limitada, presentando lo que sería la buena vida desde la perspectiva de MGM.
Película de horror mental agresivamente tonta, el resultado de la alianza errónea entre dos talentos salvajemente diferentes e hiperbólicos, Ken Russell y el guionista Paddy Chayefsky.
El desorden decorativo de Lester es lo mejor de la película: le encantan los excesos chuscos. Pero todo resulta frenético y forzado. Quieres algo de galantería y encanto; no quieres broma, broma, broma.
El estilo pasivo de Jarmusch destaca por su ingenio, aunque aquí se presenta más atenuado, hasta que introduce a Roberto, un personaje dotado de un humor folklórico.