A pesar de que la fotografía y la iluminación son más simples en comparación con lo que se espera de Hollywood, esta obra destaca por su provocativa ingenuidad técnica y un melodrama cautivador.
Probablemente el material era demasiado preciosista y falsamente lírico para haber funcionado tampoco en un entorno natural, pero tal y como se ha hecho resulta desesperadamente escenográfico.
Hill no tiene la convicción ni el carácter necesarios para mantener esta intensa comedia, pero la interpretación de Paul Newman le otorga un toque de calidez que la hace más llevadera.
Se trata de una comedia ligera y pulida al estilo 'continental', una sofisticada bagatela romántica, con una Dietrich más chic y moderna que en sus películas de von Sternberg.
Al igual que otros westerns elegíacos a gran escala de Ford de este periodo, no es una simple película de acción, sino una película pictórica con momentos lentos y grandes decorados.
La película arranca con una propuesta satírica interesante, pero finalmente se convierte en un romance comercial. A pesar de ello, resulta entretenida y posee un ritmo adecuado.
Aunque Carol Reed no logra alcanzar la categoría de obra maestra, presenta momentos visuales impactantes y un sonido sorprendentemente efectivo, ofreciendo así una experiencia cinematográfica que definitivamente vale la pena.