El efecto final resulta ser sofisticado y de un estilo cautivador. Es algo más densa y extensa de lo que anticipaba, pero tal vez la temática de ausencia y pérdida sea fundamental.
Su asombroso apartado visual, su humor y su reparto estelar –que incluye a Bill Murray– hacen que este tributo al New Yorker sea una auténtica maravilla.
Lo que resalta es su energía y vitalidad, así como su afán por una narrativa al estilo de Dickens, pero lo más impresionante es su intensa carencia de sentimentalismo.
La película presenta momentos asombrosos y sorpresas inesperadas. La dirección destaca por su impresionante técnica y una ambición que podría hacer que otros cineastas británicos sientan celos.
La última película de Steven Soderbergh me decepcionó profundamente. Carece de profundidad y muestra una falta de atención al detalle, además de presentar interpretaciones poco convincentes. Sin duda, no es una de sus mejores obras.
Las actuaciones de Ellis-Taylor, Herisse y Wilson son destacadas, al igual que la fotografía de Jomo Fray y el diseño de producción de Nora Mendis. Esta es una película de supervivencia, intensa, auténtica y brillante.
Un documental singular, una obra monocromática deslumbrante y llena de vida que captura de manera impresionante la experiencia de un joven negro en San Francisco durante el agitado año de 1968.
Morfydd Clark se destaca en su interpretación como la compleja cuidadora de este inquietante melodrama de terror que logra mantener a la audiencia al borde del asiento.
Una película audazmente anticlerical que contrasta el espectáculo de la fe con una oscura realidad de corrupción e hipocresía. Una obra audaz que invita a la reflexión.