Ni Mickey Rourke ni John Cleese logran rescatar esta comedia sexual de finales de milenio. Es, sin duda, la película más débil de la carrera de Polanski.
Siendo generoso, la describiría como post-postmoderna; siendo honesto, diría que es una debacle. La estupidez autoconsciente no se puede comparar con el ingenio.
Puede que se maneje de forma diferente a su predecesora, pero está claro que ha sido puesta a punto por los mismos ingenieros. Después del 'drag racer' recortado, llega el juggernaut.
Esta entrega, que parece buscar desesperadamente el éxito comercial, carece del encanto hedonista presente en la película original de 1989 y apenas se asemeja a Cazafantasmas.
Una pieza de época en blanco y negro con un toque folclórico sumamente inquietante, un desolador capítulo histórico atemporal y aún más perturbador por ello.