No es solo un ataque a la hipocresía. En un sentido más amplio, explora las debilidades humanas que nos llevan a crear narrativas sobre nosotros mismos, las cuales repetimos tanto que terminamos creyéndonos.
La película es auténtica. Vive completamente en el momento, mostrando lo que sucede mientras sucede, sin extraer conclusiones, sin discursos y sin crear conflictos dramáticos artificiales. Simplemente retrata a las personas viviendo un instante tras otro, tal como debe ser.
Al final de la película te deja con ganas de volver a disfrutarla. Los personajes no son interpretados por los actores más esperados en un casting, pero logran que no puedas imaginar a nadie más en esos roles.
Una película sobre la simbiosis entre director y público. Allen nos revela su proceso y nuestra participación en él. Con su complejidad e ingenio, se posiciona como una de sus obras más destacadas en tiempos recientes.
Las ideas que subyacen en el trasfondo de esta obra la convierten en algo más que un simple entretenimiento. Es una reflexión sobre los nuevos valores que la tecnología trae implícitos para la humanidad.
Este filme crea personajes memorables, aunque no les lleva por senderos no convencionales. A pesar de ello, tiene tantas cosas buenas que la película acierta en muchos momentos.
Es una pena que las películas busquen incrementar la cantidad de incidentes, cuando lo que realmente brilla en esta historia es la vida cotidiana de Bernadette.