La película presenta una ficción de superficialidad monótona que resulta cansina. Ni siquiera logra rescatar la humanidad abultada de su protagonista, Meltem Kaptan, quien se muestra como una figura inocente y tenaz. Al reflexionar sobre este filme, surge la sensación de tortura.
Sensacional obra de arte. No lo dude, vaya a ver '12 años de esclavitud'. A pesar del sufrimiento que podrá experimentar, es una experiencia cinematográfica imprescindible.
Épica militante, sin humor. Discutible, ya que, para crear su épica, desnaturaliza los hechos. No digo que los falsee -que también, introduciendo personajes inexistentes y situaciones inventadas- sino que los enfatiza.
Resulta sorprendente. Chavarrías sabe mostrar con pinceladas ligeras y certeras la complejidad de la época. El ritmo es el adecuado, necesariamente parsimonioso. La puesta en escena es soberbia.
Estamos ante una experiencia visual fascinante y desatada. Portillo se entrega por completo en este "viaje" a través de los arrebatos místicos de la Santa.
Se decanta por un ritmo constante y sincopado. Todo, como en un buen rap, se presenta de manera incisiva. Se escupe más que se narra. Si disfrutan del rap, entenderán perfectamente a lo que me refiero.
Un Bradley Cooper en estado de gracia, con magistrales escenas de guerra. 'El francotirador' presenta las virtudes del cine clásico al narrar su historia de manera clara y sin ambigüedades.
Película grandilocuente, nada reflexiva, tiene no obstante la fuerza de Stone, un magnífico contador de historias, así como el impulso de su ingenuidad y su optimismo.
Un laberinto de sensaciones. Espectacular sin paroxismo, íntima sin ñoñería. El retrato de un hombre frente a sí mismo, ese Joe compartido entre Willis y Gordon-Levitt.
Filme para fans con el Smith más básico. La trama es enrevesada, donde la espectacularidad sustituye a la narración, pobre, forzada y deficiente. El resultado es un sinsentido entretenido y competente.
Una aventura épica. La cámara permanece en constante movimiento, transmitiendo una sensación de grandeza, acompañada de una música igualmente grandiosa. Es necesario destacar, una vez más, a Milady (Green); la película realmente le pertenece.
No es necesario haber visto la primera parte para comprender la historia; ni siquiera esta secuela requiere una trama compleja. El humor es inocente y un tanto grosero, lo que a veces provoca una sonrisa y en otras ocasiones causa vergüenza.