Lo primero que se debe destacar en esta agradable comedia familiar francesa es que el director Eric Lartigau consigue armonizar todos los escenarios, con un correcto manejo del tiempo narrativo y la edición, para que el espectador nunca se sienta abrumado.
Una película reflexiva, bellamente filmada. Abderrahmane Sissako, su director, ha logrado realizar una denuncia sin que su propuesta caiga en el marasmo del panfleto.
La película presenta varios elementos que la convierten en una obra cautivadora. Sin embargo, como sucede con muchas biografías, al intentar cubrir más de un instante particular en la vida de una persona, se diluye en generalidades superfluas.
En tiempos de youtubers que fingen espontaneidad, Bradley Cooper nos recuerda que incluso relatos ya conocidos vuelven a hablarnos al oído, cuando se narran con el corazón en la mano.
El director nunca logra establecer un ritmo adecuado; mientras que el inicio se siente torpe, lento y distante, el desenlace recurre al melodrama en una película que, a pesar de entretener, avanza con el freno de mano puesto, lo que limita su disfrute total.
'El irlandés' es como presenciar un concierto de cámara, donde un trío de intérpretes se encuentra en la cima de sus carreras. La obra les permite a cada uno tener un momento destacado, pero brilla especialmente cuando todos tocan en armonía.
El verdadero valor de la película radica en que, a pesar de los sustos predecibles y del toque nostálgico que recuerda al Spielberg más familiar, logra de diversas maneras denunciar el estado de indefensión que enfrentan los niños en todo el mundo.
Como ocurre con un mango en la película, a pesar de que la fruta que el guionista tenía al frente lucía deliciosa, dejó que se le pasara de punto y perdió el sabor que podría haber hecho de 'Victoria y Abdul' un mejor banquete.
La misma levedad en el tratamiento de sus temas que la perjudica a la hora de pensar en 'Juventud' como en un drama poderoso, es también la que la hace tan agradable de ver, como una de esas conversaciones donde se habla de todo y no se concluye nada.
Los primeros minutos parecen elaborados por una agencia de viajes. Sin embargo, en el momento en que la directora se enfoca en sus personajes, la historia logra encontrar su verdadero centro narrativo.
Los trajes a la medida no dan para ideas complejas. Se hacen para que la estrella se luzca y en este caso Omar Sy lo consigue con sobrados méritos, encarnando a alguien que les allanó el camino a talentos como el suyo.
Película que provoca resonancias emocionales insospechadas en la audiencia local, debido a que parte del conflicto principal de la trama de Frantz es el perdón.
La película, dirigida por Sarah Gavron, irradia una vitalidad refrescante que es poco común en el cine de época. Logra transmitir lo que significó la conquista del voto para mujeres que enfrentaban diversas humillaciones al ser consideradas ciudadanas de segunda.
Esta vez Allen confió en que el atractivo encanto de Firth y Stone era suficiente para disimular un guión falto de chispa. Y a estas alturas de su obra, ese truco es muy viejo para que caigamos en él.
Pasó mucho más desapercibida de lo que merecía la fotografía cobriza y nostálgica de Vittorio Storaro, que llena la pantalla de esta estupenda producción, ligera y emotiva, del maestro Woody Allen, que de nuevo nos alegra la vida.
Adolece de los mismos problemas que los retratos por encargo: se queda en lo superficial, es incapaz de ahondar en las zonas oscuras de la historia y trata de cubrir con brillo, con las tomas a la arquitectura de Viena y con la maravillosa actuación de Helen Mirren, sus propias fallas.
Aunque intenta contarnos otro ángulo de la historia, Hirschbiegel cae en las trampas de una narración cómoda, donde la personalidad ambigua del personaje principal no colabora en la intención de que el público se conmueva lo suficiente.
A pesar de sus acertadas elecciones, 'Inquebrantable' no logra convertirse en una película plenamente satisfactoria. Ver 'Inquebrantable' resulta ser una experiencia peculiar: sentimos admiración por la vida de un hombre que, al final, permanece desconocido para nosotros.
Una delicia para los sentidos y una de esas cintas que muchos llaman "placer culposo" solo por no aceptar que uno también puede pasarla bien cuando ve buen cine.