El resultado es una película monótona y agotadora, que trata a su personaje principal con crueldad y que ni siquiera se reivindica en sus rubros técnicos, pues el director Jonathan Teplitzky carece de ideas visuales para inyectarle energía a la trama.
Se eleva de lo que pudo ser una película de guerra bastante esquemática, sobre las convicciones, sobre el sacrificio y, por supuesto, sobre la relevancia social que el mismo Gibson ve en ciertos principios católicos.
Acostumbrados a la grandilocuencia del cine de Hollywood con sus enormes presupuestos, "The Vast of Night" se percibe como un pequeño y fresco postre que purifica las papilas gustativas entre dos platos de intensos sabores.
Este drama, sutil y reservado, se desarrolla en un ambiente donde los personajes nunca alzan la voz. Se asemeja a una vajilla delicada que da miedo utilizar con la rutina diaria.
A pesar de su gentileza con el personaje, que sugiere un trasfondo más complejo, es destacable que la película no oculta en ningún momento sus defectos.
Elegancia es una palabra que describe perfectamente cada toma de esta hermosa historia de amor, que es capaz de narrar la ingenuidad del comienzo, el deseo desaforado y la angustia de la distancia, con la misma eficacia emotiva.
Una cinta que, como siempre pasa con Spielberg, recrea gracias a un diseño de producción perfecto y a un casting acertadísimo, un momento histórico que tiene resonancias en el presente.
Si lo único que recuerde alguien que haya visto "Da 5 Bloods" en Netflix dentro de unos años, es que Crispus Attucks fue la primera persona que murió defendiendo la causa de la Revolución Americana contra los británicos, es probable que Spike Lee se sienta satisfecho.
Todo termina siendo tan predecible, que uno acaba dudando de su propia alegría. Y ahí es cuando la metáfora viene a salvarnos: sí, es cierto que no hay nada nuevo frente a nosotros. Pero en días complicados, es sabido, no queremos sorpresas.
Se narran los disturbios que ocurrieron en Detroit en el verano de 1967, y Kathryn Bigelow decide contarla ahora, con esa sensación de urgencia tan particular de su cine, que se traduce en historias con más acciones que diálogos, o en una cámara que nunca se queda quieta.
Un extraordinario reparto, que se luce en sus distintas encarnaciones, y que gracias a su convicción y a una dirección de arte y un diseño de producción detallado y cuidadoso, nos transporta a un mundo completamente creíble y verosímil.
Sólo por contemplar la extensa y extenuante composición que hace Portman ya valdría la pena ver 'Jackie'. Por fortuna, casi todo alrededor, está a su altura.
El guión logra transmitir los hechos históricos con una sensación de inmediatez y urgencia, similar a un reportaje. La dirección de Ada DuVernay refuerza esta narrativa, otorgando a cada escena la velocidad y la intensidad necesarias.
El guión logra, sin caer en el didactismo, que examinemos diversas perspectivas y nos recuerde cuán cómplices podemos ser del mal al no hacer lo correcto. Nos hace reflexionar sobre cómo los monstruos también somos nosotros si decidimos cerrar los ojos.
Spike Lee regresa como el director político e irreverente de hace 20 años, confrontando los prejuicios ocultos que intenta negar la sociedad estadounidense.
Tanto Meryl Streep como Tom Hanks brindan actuaciones sobresalientes, gracias a la habilidad de Spielberg para transmitir ideas profundas a través de la composición visual, así como por su destreza para equilibrar momentos de humor con escenas emotivas en el contexto del discurso político, manteniéndose siempre fiel a su propósito.
Ruizpalacios logra crear secuencias hipnóticas, pero su verdadero talento radica en hacer que estas secuencias fluyan de manera orgánica. Aquí no hay miedo de emplear una fotografía impactante, movimientos de cámara complejos o música grandilocuente.