Las escenas de tornado de “Twisters” son mucho más sofisticadas que las del original, sin embargo, se ha perdido el ‘joie de vivre’ de una película que lo sacrifica en favor de una puesta en escena plana y formulaica.
Película desmesurada y oscilante, que aún es incapaz de abrazar su condición de espectáculo total, abierto a la abstracción de las formas, sin escudarse en una narrativa que no está a la altura de sus innovaciones estéticas.
Está llena de ideas brillantes, con escenas vibrantes y citas que rinden homenaje al gran maestro Miyazaki. Es una celebración de colores, texturas y formas suaves.
Se habla mucho del amor y del sentido de la vida y sólo se escuchan banalidades. La propuesta, más monótona que atrevida, se agota en sí misma a los pocos minutos de proyección.
El personaje interpretado por James Franco carece de la energía necesaria, lo que resulta bastante molesto. La película se siente fría, inerte, careciendo de clímax y se vuelve extremadamente tediosa.
Hipnótica película, un salto al vacío técnico que se atreve a desafiar a sus dos estrellas. Sin embargo, lo más negativo es el trauma familiar de Sandra Bullock.
Luhrmann ha mostrado una notable fidelidad al lirismo decadente de la prosa de F. Scott Fitzgerald. La película logra encontrar un ritmo más pausado, concentrándose en lo que realmente importa. Es un enfoque que Jay Gatsby habría respaldado, con una sonrisa tensa y un brindis maníaco.
La acción apenas permite un respiro, limitando así el potencial de Henry Cavill como un digno sustituto de Reeve y, por ende, de Adams como la astuta Lois Lane. Es un espectáculo hipnótico, sin duda, pero le falta dramatismo, suspense y alma.
El modo en que se introduce el viaje al pasado, el escaso encanto de una trama clichéd, que fusiona la crueldad de "Bambi" con el triunfalismo ancestral de "El rey león", provoca que la experiencia sea casi olvidable.
Más allá de buscar guiños cómicos o de desplegar una portentosa creatividad en el diseño de espacios y personajes, la cinta sabe crear un relato con cara y ojos para el via crucis de su héroe, algo inédito en el cine inspirado en videojuegos.
La belleza artesanal de la animación con plastilina se combina con los hallazgos del digital para crear una miniatura preciosa que camina con armonía de funambulista por una trama delgada, simple y eficaz. Una experiencia visual de primera magnitud, digna del Burton de la primera época.
Hay, quizás, demasiada reverencia al original que Kobayashi y hay, también, un uso del 3D demasiado discreto e innecesario. No obstante, Miike demuestra que puede desenvolverse bien en un registro contenido.
Quale sabe exprimir la expresividad de barraca de feria de las tres dimensiones y saca lo mejor de su saber artesano en la secuencia inicial y en dos escenas: la del entrenamiento gimnástico y la de la operación antimiopía, que demuestran un hilarante sentido de lo macabro.
Carece del sentido del humor necesario para que sus delirios sean tomados en serio. Si le añadimos que los ataques subacuáticos son anticlimáticos, y que las víctimas potenciales nos importan un comino, tendremos una película completamente inútil.