Se compromete de forma impresionante con su tono sutil y realista. Por desgracia, el drama que se desarrolla de forma deliberadamente discreta acaba siendo algo intrascendente.
Aunque Harrelson ofrece un adecuado equilibrio entre dulzura e inestabilidad, el amigable tono de 'Defendor' no se fusiona bien con su exploración de un territorio emocionalmente más sombrío.
Las bromas y las escenas de lucha no alcanzan el nivel de las entregas anteriores, y el tono humorístico de la película se ve restringido por la necesidad de seguir la narrativa desarticulada del MCU.
No llega a alcanzar las impresionantes dimensiones de episodios pasados, pero hay una insatisfactoria melancolía: incluso estos eternos niños bromistas no pueden permanecer jóvenes indefinidamente.
Lamentablemente, a medida que se acerca a su final, acaba siendo cada vez más moralista reduciendo a los personajes a meros portavoces para unos temas que tampoco son tan interesantes.
Una película hermosamente rara cuyas extravagancias dejan hueco para que haya agudas reflexiones sobre la familia, la soledad y el miedo a la intimidad emocional.
Los elementos del guion nunca llegan a cohesionarse. Este thriller carece del control necesario sobre sus múltiples componentes, lo que impide que logre enganchar por completo.
La película combina toques de emoción y humor audaz. Sin embargo, la irreverencia de los personajes más jóvenes se vuelve algo forzada cuando Shazam busca igualar la fuerza de sus colegas que combaten el crimen.
La serie se enfoca más en crear una atmósfera envolvente y transmitir una actitud particular, en lugar de desarrollar a fondo a sus personajes o diferenciar el universo de fantasía que presenta de otros enfoques similares dentro del género.
A pesar de contar con un elenco destacado, esta adaptación del detective creado por Dashiell Hammett carece de la energía necesaria para mantener el interés del espectador.
Muy entretenida y sorprendentemente emotiva, esta película ofrece una experiencia agradable incluso para quienes no conocen los éxitos de Williams o de Take That, gracias a su dinámica y vibrante estructura.
Esta secuela inicia con buenas expectativas, pero se queda estancada. Su afición por las emociones excesivamente violentas y de mal gusto se torna monótona, reflejándose en la estética en blanco y negro.
A veces resulta cautivadora, otras tantas parece saturada, pero mantiene el interés. Las decisiones estilísticas de Aster no siempre logran su objetivo, pero es Florence Pugh quien sostiene la película, sobre todo en los momentos en que la historia pierde fuerza o se torna predecible.