El extraordinario estudio de personajes de Paul Thomas Anderson, con una interpretación de Phoenix que define toda una carrera, no se centra en la exposición de la Cienciología como muchos anticipaban. Sin embargo, es magistral.
Pese a lo sobrecargada que resulta, ya que está dirigida como un drama de acción con algunas tomas de más, su empaque emocional en el corazón de la historia es innegable.
Ofrece una visión sutil, equilibrada y tremendamente esclarecedora sobre la demencia y los estragos que sufren aquellos que rodean a las personas que la sufren. La pérdida de la memoria nunca se ha representado tan profundamente como aquí.
McDonagh, con una notable trayectoria en el teatro y un ingenio comprobado para transformar historias simples en obras completas, logra captar un gran interés por los acontecimientos que se despliegan en la trama.
La crónica de la vida criminal de Karl-Bertil es impresionante. La dinámica dramática principal se aleja del estilo hollywoodense, lo cual resulta en una ventaja para la narrativa.
Una historia basada en hechos reales emocionante y con cuerpo en la que las figuras que hay tras el volante son tan interesantes como los bólidos que conducen. Una máquina perfectamente engranada en todos los aspectos.
Una representación con defectos pero muy talentosa de un texto imperecedero. Una obra con tanto talento en tantas áreas creativas distintas que realmente vale la pena echarle un vistazo.
Una gran escena no hace una película. Las secuencias carecen de dinamismo, complejidad y matices, no ofrecen revelaciones sobre los personajes, ni humor, y, lo más importante, carecen de conflictos dramáticos.