Hay toques de comedia costumbrista, pero lo que predomina es el pánico asfixiante generado por un elemento del que no se puede escapar. Destaca, además, la actuación de Laura Galán.
Donde más brilla es en el apartado actoral. La función cae en una indeterminación incómoda: la de quien piensa que con unas pocas rimas simples se puede explicar el complicado mundo en el que vivimos.
A pesar de su indiscutible virtuosismo formal, la película logra transmitir un profundo respeto y solemnidad hacia una historia que ni siquiera Gaspar Noé se atreve a tratar con humor.
Una película colosal, demencial, infernal... magistral. Phil Tippett logra, en menos de hora y media, adentrarse en territorios inexplorados. Así, revela el verdadero significado de esta obra: la creación de un arte que solo puede compararse consigo misma.
Esta falta de sutileza actúa aquí como una trampa que juega en contra del espíritu del relato. Como si su desarrollo y su resolución se dedicaran a desacreditar el modo en que este fue planteado.
En 'Bloodsuckers', la dirección está a cargo de Julian Radlamer, quien también brilla como actor, junto a Koberidze. La película combina drama y comedia, lo que le otorga un atractivo especial. Este equilibrio es su mayor fortaleza cinematográfica.
Cuando Audrey Diwan enfrenta la disyuntiva entre el respeto hacia la protagonista y el impacto en la audiencia, elige lo segundo. En ese momento, durante unos breves instantes, todo se descompone.
Entre tantas idas y venidas, Edgar Wright logra el mérito de nunca perder el rumbo, ya que siempre tiene claro quiénes son los verdaderos monstruos de esta historia.
Sabe ocultar con naturalidad la escritura de un plan maestro que nunca se diluye: ofrecer un producto ligero y al mismo tiempo fiel a la complejidad de los sentimientos abordados. Rom-com de felicidad suprema.
Cine que convulsiona. Una película que reproduce el trastorno de estrés postraumático. Pérez Biscayart vuelve a brillar como uno de los actores más totales del mundo.
Pretende sumarnos a su causa no a través de la exposición de los crímenes de Occidente, sino poniendo a trabajar a sus víctimas para que estas conquisten nuestro favorecimiento. Terrible perversión en la noción de la empatía humana.
El mítico director construye una notable película que cierra un círculo iniciado con su brillante ópera prima 'Los duelistas'. A sus 83 años, se reencuentra con su versión más magistral.
Sangre, sudor, leche y fluidos vaginales. Brilla como la bendita carcajada de quien ve en la blasfemia el primer paso hacia la liberación, tanto íntima como colectiva.
Esta historia parece que suceda en un mundo de fantasía, pero al mismo tiempo está empapada por una fuerte voluntad de captar la realidad donde se mueven sus protagonistas.
Uno de los trabajos más soportables de su autor, básicamente por el incomparable e inimitable carisma de Huppert. Una película excesiva en su excentricidad. Repulsiva a simple vista, pero extrañamente atractiva.
Bruno Dumont demuestra su talento una vez más. Su estilo es genial y despiadado, pero a menudo se torna excesivo y, sin duda, puede resultar insoportable.
Una película estructurada en tres actos que avanza con la fuerza de corrientes indomables. Resulta inútil intentar razonar con ellas, al igual que llevar la contraria a Moretti, quien casi siempre tiene la razón.
