La cinta se mueve en los registros más planos imaginables y se complace en subrayar lo más evidente. Lo mejor: la historia de amor imposible entre el protagonista y una putita soñadora y pragmática.
Intenta ser un retrato íntimo que reconstruye con imprecisión, deteniéndose en ciertos aspectos mientras pasa de puntillas por otros que parecen decisivos.
Arropada por gran número de grabaciones televisivas memorables, la cámara entra en el día a día de esta bailaora para mostrar la sencillez de una vida finalmente apacible y también para dejar constancia de su grandeza artística y personal.
Torrente es un caos que intenta presentar una gravedad que no se refleja en las imágenes, las cuales son insípidas y mal ejecutadas. En general, la película carece de ritmo y se asemeja a un videoclip mediocre.
Propuesta entretenida, reflexiva respecto a la fabulación y estimulante, lastrada esporádicamente por una serie de innecesarias concesiones a la franja más infantil de su público.
Logra transmitir una emoción contagiosa, pero a menudo se pierde en momentos de ternura excesiva o en exaltaciones heroicas que resultan poco creíbles.
Serenidad, comedimiento y austeridad en la puesta en escena, sencillez aparente, destellos de buen humor flotando sobre el drama, un poderoso ingrediente como metáfora de la vida y una complicidad secreta con los actores.
Equivalente cinematográfico de un libro de autoayuda, la película aborda diversos temas y obviedades que invitan a la reflexión sobre varios conflictos, tanto individuales como colectivos.
Asustar, asusta, y las actrices cumplen, pero al conjunto se le ven las costuras. Lo mejor: la atmósfera agobiante. Lo peor: el aroma a pastiche y los últimos giros del guión.
Los sustos, al menos muchos de ellos, son bastante más inteligentes que los de la media en este tipo de productos y quien acepte entrar en el juego de sus convenciones terroríficas, una suma de sobresalto y asco, pasará un rato divertido.
Pizzi se esconde con humildad tras la fuerza de un relato repleto de humanidad que oscila entre la euforia y la resignación, dejando un reguero de elocuentes imágenes inolvidables.