Se mueve en todo momento en el límite del exceso y del descontrol, porque su director, con total premeditación, prefiere el trazo grueso, pues su objetivo es provocar y remover conciencias.
La puesta en escena es de una belleza sobrecogedora, desde la excepcional fotografía hasta las milimétricas coreografías de los combates, pasando por una sugestiva e hipnótica banda sonora.
El filme comienza con gran energía, generando tensión y angustia, pero a medida que se desvelan los enigmas, poco a poco pierde fuerza, pues el director elige de manera evidente enfocarse en el morbo.
Más que interesante película con una atmósfera inquietante. Lo mejor es que, probablemente debido al presupuesto, la casi total ausencia de efectos especiales otorga mayor credibilidad a la historia.
Pese a las buenas intenciones, todo resulta tan predecible y da una sensación tan artificial que la indignación ante los abusos del capitalismo no logra despertar una verdadera emoción.
Las imágenes de este filme poseen una gran fuerza e intensidad, logrando que en diversos momentos el espectador se sienta inmerso en el absurdo que está presenciando.
McQueen es un personaje fascinante; su historia evoca los giros dramáticos de un culebrón, y la forma en que los directores la abordan, oscilando entre melodrama y thriller, logra mantener el interés desde el inicio hasta el desenlace.
Rourke confunde gallardía con altivez, orgullo con narcisismo y dignidad con clasismo. Técnicamente, la película es impecable, desde la dirección artística hasta una fotografía tenebrosa.
Es un espectáculo visualmente abrumador, con números musicales impresionantes. Sin embargo, se echa de menos una mínima profundización en los personajes y un desarrollo más coherente de los acontecimientos.
Sin ninguna condescendencia, incluso con un poco de saña, Frears reconstruye el fulgurante ascenso y la estrepitosa caída del ciclista. Lo mejor: La caracterización de Ben Foster.
Un melodrama de tesis cuyas loables intenciones se sustentan sobre una narración fluida y amena, con un punto semidocumental en algunos momentos, en la que, afortunadamente, no se apuesta por el maniqueísmo.
Un pastel excesivamente empalagoso. El guión presenta inconsistencias, es repetitivo y predecible, además de no ofrecer a los personajes la credibilidad necesaria.
Dejando de lado su escasa originalidad, la película resulta fácil de ver, gracias a una puesta en escena impersonal pero eficaz y a unas interpretaciones sobresalientes.
Un guión bien construido, está más que correctamente rodada. (...) Aborda el muy manido tema de los viajes en el tiempo desde una perspectiva novedosa y original.
Todo está filmado y editado con un ritmo vertiginoso, similar al de un videoclip. Se presentan espeluznantes anacronismos que buscan una estética moderna y atractiva, pero esto hace que resulte difícil creer en la historia.
A pesar de su título, no es una película de terror, sino un melodrama filosófico y muy poético, extraño, inquietante, atrevido, provocador e hipnóticamente fascinante.
No es buena, pero tampoco es completamente mala. Aunque no ofende, resulta totalmente inane e intrascendente. Su interés es más bien escaso, pero no logra aburrir.