La cima de su filmografía de Keaton, una delirante comedia. Sin un instante de pausa, el filme provoca carcajadas incontrolables y se presenta como una lección magistral de planificación y montaje.
La parte gastronómica está bien documentada y bien rodada, es creíble y transmite pasión, tiene vida, mientras que la parte erótico-sentimental no acaba de funcionar del todo.
Una fiesta para los sentidos. El ritmo es prodigioso, y todo está impregnado de un humor tan efectivo que, en lugar de un documental, podría considerarse una intrigante comedia.
El director logra destacar en las escenas colectivas, aunque se desvía al presentar un exceso de maniqueísmo en los personajes. A pesar de esto, es una película valiente que debería fomentar un debate y una reflexión que son necesarias desde hace años.
Gozosa gamberrada. Mezcla de terror, comedia romántica, 'slapstick', y 'road movie', la ópera prima de Fleischer se presenta como un maravilloso divertimento. Los actores transmiten la sensación de estar disfrutando al máximo, demostrando un indudable respeto, aunque con un tono irreverente hacia los clásicos del género.
Thriller trufado de innumerables situaciones de comedia y con un fuerte componente de crítica social. Todo fluye con naturalidad y credibilidad. Es una película amable, divertida y muy viva.
Con ciertas dosis de humor negro y un inequívoco trasfondo feminista, Marshall pone en pie un relato que saca a la luz, sin templar gaitas, las miserias y los tejemanejes de los poderosos.
Guion de brocha gorda, en el que todo es exagerado y todo está llevado al límite. Sin dejar ni un resquicio a la sutileza o a la ambigüedad, las escenas llenas de intensidad se van sucediendo sin descanso.
Confirma el talento de León para los diálogos naturalistas y llenos de vida, así como su sorprendente capacidad para encontrar toques humorísticos. Aunque algunas partes brillan, el conjunto no logra mantener el mismo nivel.
Arranca notablemente como una comedia costumbrista y, a partir de la mitad del metraje, da un giro radical y se transforma en un absurdo e incomprensible thriller.
Una mezcla de sátira social, costumbrismo y melodrama existencial construida sobre dos hechos reales. Utilizando un humor negro eficaz, Szumowska logra que la temática sea más accesible.
Las escenas de acción, apoyadas en unos impactantes efectos visuales, se alternan con las de pura y dura comedia de colegas en un filme provocador, políticamente incorrecto y un punto depravado.
El gran hallazgo es, paradójicamente, su mayor problema. El personaje principal tiene tanta fuerza como para sostener por sí mismo la comedia negra pero, al mismo tiempo, acaba por eclipsar todo lo que le rodea.
Un guion irregular y caótico, repleto de incongruencias y chistes de mal gusto. Los personajes son superficiales y estereotipados, lo que no ayuda a que la historia funcione. Además, el reparto carece de equilibrio, lo que se traduce en una experiencia decepcionante.
Los personajes carecen de vida y de identidad, no son más que meras caricaturas. La puesta en escena es tediosa y de calidad cuestionable, mientras que el montaje resulta apresurado e incoherente.