Se trata de una pieza puramente de entretenimiento, pero que sabe mezclar inteligentemente los elementos del bucle temporal con los tics clásicos del género de terror.
Queda claro que a Unkrich no le interesa hacer folclorismo, lo suyo no sólo es el respeto y admiración a una cultura, sino una auténtica adopción de sus valores.
Todo estaría bien a no ser por la desastrosa puesta en imágenes del director Azazel Jacobs quien no tiene la menor idea del uso de los espacios, del encuadre, de la música (que es absolutamente terrible) ni de cómo dirigir a sus actores.
El principal enemigo de esta serie es la edición: el debate se anula, las ideas se diluyen y, justo cuando parece que las cosas se intensificarán, la serie interrumpe y pasa a lo siguiente. Luna evita mostrar cualquier tipo de conflicto.
La niña actriz Alisha Weir parece ser la más divertida con esta película y afortunadamente nos contagia ese entusiasmo. Esta película pinta para ser de lo más gozoso que veremos del género este año.
Chris McKay dirige esta cinta con el desparpajo de sus trabajos de animación anteriores, pero sin un guión sólido que justifique el humor, la ligereza o, incluso, la violencia.
La película explota en todo su potencial, convirtiéndose en una celebración no solo al cine, sino al compromiso de hacerlo, de conseguir la mejor toma, de resolver lo mejor posible el siempre complicado proceso de hacer una película.