Pawlikowski captura a sus personajes en poses magníficas que, como las mejores fotografías de una exposición, nos cuentan vidas enteras en sólo una imagen.
Storaro muestra la maestría que exhibió anteriormente con Bertolucci, Coppola y el propio Allen, utilizando la luz como un lenguaje. Winslet ofrece, sin exagerar, la mejor actuación de su carrera.
'Carol' nos brinda la oportunidad de experimentar la admiración y la inmensa felicidad de conectarnos con nuestros héroes. Haynes desarrolla de forma compleja la vivencia de Therese, ya que él refleja su esencia.
El conservadurismo de Barreto actúa como un contraste formal, tanto en lo visual como en lo dramático, en una película que presenta a un par de mujeres que el director intenta retratar como revolucionarias. Aunque es útil, carece de un valor enriquecedor o de relevancia.
Si 'César Chávez' conmueve e inspira, se debe a su visión simplista y maniquea. Diego Luna nos ofrece un retrato acrítico de un santo, y no la turbulenta vida de un hombre que careció de la visión y la humildad para mantenerlos y expandirlos.
Acostumbrados, como sus personajes, a cuestionar sus circunstancias, los Coen han decidido exponer los engaños de las idealizaciones estadounidenses y encontrar en sus recuerdos las ocultas desilusiones de la adultez.
Creo entender en buena medida —y admirar totalmente— lo que ha intentado Scorsese: un rescate no de lo que han sido los Estados Unidos históricamente sino de lo que sus más grandes soñadores — sus artistas— han deseado que sea: la ilusión de felicidad que sus gobernantes.
Lee ha creado, posiblemente, la película más militante de su carrera y no busca esconderlo sino obviarlo, (...) Y así, gritando, Spike Lee nos ofrece un valioso regreso.
[The Quiet Ones] carece de coherencia. Pogue incluso confunde con la representación del villano. Su monstruo, al igual que el resto de la película, se mueve por una necesidad primordial muy inferior a la reflexión o el impresionismo: busca sorprender.
'Buenos muchachos' es un antídoto que nos devuelve a la realidad, donde el vicio y la perdición son ineludibles, omnipresentes, implacables, pero a diferencia de los sueños también son remediables y redimibles.
La mejor tradición italiana del siglo XX —Fellini, Pasolini, Antonioni, Rossellini y ¡Franco Battiato!— queda a buen recaudo, como en una sorprendente urna con huesos de santo y demás reliquias, en 'La chimera', de Alice Rohrwacher.
La cinta intenta darle seriedad a un género familiar pero se aferra a la convención; insulta el neoliberalismo pero ve con desconfianza la resistencia; reduce a un hombre a víctima para luego condenarlo por victimario.
Más allá de sus cualidades estéticas, 'Las niñas bien' es importante en el cine mexicano contemporáneo porque representa lo que para muchos se ha convertido en un deseo: el fin de la aristocracia.
Sería absurdo pensar que es suficiente el dominio técnico para hacer una película valiosa. La falta de originalidad en las decisiones de León de Aranoa hacen (...) un filme más derivado de sus influencias que capaz de hacer algo nuevo.