El disparatado guión de James Vanderbilt, en manos de Roland Emmerich, se convierte en este “thriller” que desde el arranque crea sostenido suspenso, constantemente renovado merced a las vueltas y más vueltas.
Una aparatosa puesta en escena, con monstruos pedidos en préstamo a los grandes films del género. Culminada la proyección, surge la interrogante acerca de quien ocupa el sitial preponderante: el aburrimiento o la tontería.
La atmósfera que se crea, en ciertos momentos y teniendo en cuenta los planteamientos y la puesta en escena, evoca a 'Solaris' de Tarkovski. La escenografía, espléndidamente construida con luces, genera una profunda sensación de pertenencia al universo de '2001'.
En definitiva, otro producto de un cine norteamericano elaborado según parámetros que aseguran un consumo discreto por parte de quienes buscan intrascendencias tan olvidables como anodinas.
La aparente sencillez formal y visual es buen recurso para equilibrar, resaltando a su vez, elaboradas psicologías. Perspicaz observadora, la autora del film, alternativamente, se distancia de sus criaturas o se coloca (nos coloca) en el sitial de estas.
El chispeante inicio del asunto rápidamente se estanca, el material anecdótico se agota y el film deviene en reiteraciones que a su vez se parecen en demasía a lo visto en otros films con tema similar.
Transcurridos menos de cinco minutos iniciales, donde aparecen un par de frases y situaciones con cierto humor, esta comedia se convierte en acopio de actitudes solidarias y fácil triunfo de cuanto ser humano por aquí transita.
El film presenta aspectos interesantes. Sabe liberarse del pesimismo trascendental que a menudo afecta al cine uruguayo. La realizadora demuestra un notable conocimiento sobre la sólida base con la que desarrolla a sus personajes.
Borgia y Madeiro crean un guion que se limita a sus propios propósitos y sentido del humor, dejando poco espacio para que resuene con un público más amplio.
La realización de Tognazzi se puede clasificar dentro del cine romántico convencional, con sus atractivos y defectos inherentes. El cine LGBT ha superado la necesidad de elementos escandalosos; se ha consolidado como una forma de arte por derecho propio.
Fiel a su capacidad de síntesis, Allen arma todo este entramado, define y ubica a numerosos personajes, con caleidoscópica y acronológica sucesión de secuencias donde el pasado emerge a manera de necesaria y rápida explicación del presente.