Después de 'Blue Jasmine', que fue una película notable y conmovedora, Woody Allen toma respiro y cambia de dirección. Tras filmar un episodio devastador, ahora presenta una historia más sutil y menos estridente.
'Neruda' se sostiene sobre un extraño vacío, ya que uno de los protagonistas actúa de manera impostada, convirtiéndose en un elemento ajeno que revela lo peor de 'Fuga': pretensión y cursilería. Sin embargo, aún hay aspectos positivos que resaltan en la película.
Hay algo anacrónico y museístico en la película, que no es solo un asunto de época y ambientación. Es el ritmo, el clima y los elementos de la narración, con efectos especiales mínimos, escenas de sexo tenues e implícitas y no hay nada que ponga distancia con un género extinto y de otra época.
La película se encarga de explicar el asunto y unir las piezas, pero lo hace con el peso de la burocracia y personajes no muy simpáticos. Es una historia narrada en horario de oficina y en vez de aventura y misterio se presiente la rutina de la repetición.
Anderson filma un castillo de la contención sentimental, donde los afectos y el cariño permanecen bajo llave, controlados y a buen resguardo. Tampoco es una historia de amor inmortal, aunque es cierto que se parece.
No vuela tan alto y el humor junto con el narrador en off estorban. La nueva entrega de Woody Allen carece de ligereza y no logra transmitir esa sensación agridulce típica de su obra.
La búsqueda de una receta y su repetición es lo que caracteriza al cine industrial de Hollywood. En ocasiones esta fórmula funciona, pero otros resultados son menos satisfactorios. 'Carol' no es un desastre, pero sí representa un caso de desarrollo frustrado y esplendor marchito.
Hay al menos tres actuaciones secundarias que deben ser lo más destacado de una historia que avanza por la convención de una mujer que debe decidir entre dos hombres, pero también entre dos formas de vida y cultura.
Hay una historia que limita su profundidad, optando por un desarrollo básico y evitando riesgos, contextos, relecturas y provocaciones. Clint Eastwood, en este punto de su carrera y con esta película, definitivamente prefiere no complicarse.
Esta película de Pablo Larraín es la que contiene menos ira y desencanto. No existe el feísmo y la turbiedad de otras obras, y en su lugar emergen, con mayor claridad, sentimientos que anteriormente eran tenues o quizás rechazados. Es una construcción narrativa que deja una huella en la historia.
Resume el mensaje que tuvo y tiene Disney, primero como creador y ahora como marca: donde manda la industria no mandan los marineros y menos los escritores.
La película se mueve a través de diversos géneros y trata de evitar, en la medida de lo posible, encasillarse en las categorías del melodrama familiar, el relato policial o la crítica política. La obra brilla más cuando resalta el cine de autor, por encima del cine de género.
Es una película que captura la grandeza de la vida cotidiana, respaldada por los lazos de amor que unen a la familia. Cuarón se establece como un director que deslumbra y conmueve con imágenes impresionantes.
La batalla de los sexos elude cualquier tipo de conflicto o dureza, presentándose como una obra moderada, superficial y discreta, con una notable carga de neutralidad. Esta película se asemeja a una enciclopedia en línea, ofreciendo información universal sobre un hecho real.