No vuela tan alto y el humor junto con el narrador en off estorban. La nueva entrega de Woody Allen carece de ligereza y no logra transmitir esa sensación agridulce típica de su obra.
La búsqueda de una receta y su repetición es lo que caracteriza al cine industrial de Hollywood. En ocasiones esta fórmula funciona, pero otros resultados son menos satisfactorios. 'Carol' no es un desastre, pero sí representa un caso de desarrollo frustrado y esplendor marchito.
Hay al menos tres actuaciones secundarias que deben ser lo más destacado de una historia que avanza por la convención de una mujer que debe decidir entre dos hombres, pero también entre dos formas de vida y cultura.
Hay una historia que limita su profundidad, optando por un desarrollo básico y evitando riesgos, contextos, relecturas y provocaciones. Clint Eastwood, en este punto de su carrera y con esta película, definitivamente prefiere no complicarse.
Esta película de Pablo Larraín es la que contiene menos ira y desencanto. No existe el feísmo y la turbiedad de otras obras, y en su lugar emergen, con mayor claridad, sentimientos que anteriormente eran tenues o quizás rechazados. Es una construcción narrativa que deja una huella en la historia.
Resume el mensaje que tuvo y tiene Disney, primero como creador y ahora como marca: donde manda la industria no mandan los marineros y menos los escritores.
Es una película que captura la grandeza de la vida cotidiana, respaldada por los lazos de amor que unen a la familia. Cuarón se establece como un director que deslumbra y conmueve con imágenes impresionantes.
La batalla de los sexos elude cualquier tipo de conflicto o dureza, presentándose como una obra moderada, superficial y discreta, con una notable carga de neutralidad. Esta película se asemeja a una enciclopedia en línea, ofreciendo información universal sobre un hecho real.
'Vicio propio' es un palacio encantado, un túnel del amor y una carretera hacia un pasado admirado, confuso y peligroso. Es un tour policial, sentimental y cultural. Es una película sin consejos ni advertencias y sin puertas de salida.
Esta es una historia que ha sido filmada en numerosas ocasiones y la película no intenta explorar ni desafiar el género. No hay ningún esfuerzo narrativo adicional ni novedades en el guión, la dirección de arte o los personajes. El objetivo parece ser contar, una vez más, lo que ya ha sido contado infinidad de veces.
Se construye sobre el engaño y el encanto de contar una historia donde todo es juego, jugo y mentira. En un universo tramposo, solo una cosa se hace auténtica: la historia de amor.
En la película faltan dosis de humanidad, admiración, investigación y cariño. Sobran el determinismo, los prejuicios y el tiro al aire de la dictadura.
La película mantiene el rasgo de asombro del cuento infantil y adolescente, donde el camino del aprendizaje mezcla lo clásico con lo popular, y también lo propio con lo extranjero.
Es una de esas películas de actuaciones extremas y, por tanto, tan físicas y evidentes como los acontecimientos que relata y los sentimientos e ideas que desprende.
Es una película remolona, demorosa y que tarda demasiado en salir del letargo. Si la saga sigue en este proceso desangelado, ni la inercia de la industria la rescata.
El verdadero problema de la película no radica en el mar, el tiburón o la surfista, sino que en su duración: se siente alargada. A medida que avanza, la sensación de aburrimiento se hace evidente. Quiero que la acción ocurra, pero parece que pasa una eternidad para llegar a eso.
'Sully: Hazaña en el Hudson' es una obra diferente. Esta película de un veterano director refleja su admiración por su país y su sistema, siguiendo la filosofía de Sully: en ella no hay nada extraordinario, solo un trabajo bien realizado.