Escueta e inspiradora miniatura con trazas de retrato impresionista, recuerda en espíritu y ejecución a los concisos ejercicios de buen cine que el autor de 'Historias mínimas' nos acostumbró hace años.
Supervitaminada secuela. Un guirigay que, por difícil que parezca dado su precedente, logra ampliar con nuevas ocurrencias la jocosa mitología del primer film.
Un artilugio de misterio impactante y ocasionalmente cautivador, que se alinea con las tendencias actuales del consumo audiovisual y se mantiene fiel a la rica tradición del entretenimiento popular de Italia.
La película está destinada a quienes disfrutan de enfoques variados. Destaca su deseo de ir más allá de una simple oferta veraniega, aunque sufre por la abrupta transición entre diferentes tonos.
Puzle cronológico y geográfico, siempre al borde del exceso argumental, funciona mejor cuando su director maneja lo minúsculo con un detallismo optimista marca de la casa.
Una mirada amablemente tragicómica hacia las excentricidades. Una pulcra miniatura de digerible emotividad que, por fortuna, reserva también un pequeño espacio ahí dentro para la reflexión verdadera.
El talento de Proyas brilla al crear imágenes memorables, recordándonos que el género fantástico debe liberarse de la cursilería y enfocarse en el asombro y la profundidad.
Un thiller cuidadosamente construido que presenta un panorama humano fascinantemente corrupto y una sucesión de conflictos que recuerdan lo más destacado del cine de McDonagh.