Jenkins vuelve a demostrar su amplio talento. La belleza de la película se sostiene en la cinematografía de James Laxton, la exquisita partitura de Nicholas Brittell y un concepto narrativo que es un logro del guión y la dirección.
Apabullante. Si la película deja sin aliento, no es por el esfuerzo físico de soportar una caza al hombre sin tregua, sino por el contexto humano que vamos descubriendo.
En esta película, Nicolas parece perderse en su papel; el director adopta un enfoque diferente, marcando un ritmo pausado y casi silencioso. Esta decisión artística parece exagerar la tensión, estirando la narrativa hasta su límite.
Si les gustan este tipo de relatos de espías, disfrutarán con una película que sabe recuperar en su diseño de producción ese aspecto sórdido de colores terrosos que asociamos con ellos.
Para contar esta historia edificante de un aspirante a Ícaro que no se quema las alas, la película echa mano de un arsenal de recursos que atacan directamente al lagrimal.
Viene a demostrar que el sueño americano es un columpio desbocado. La película resulta absorbente y presenta no solo un tercer acto, sino también un cuarto y hasta un quinto.
La historia resulta, posiblemente, más fiel que impresionante. La película ha obtenido todos los premios de la Academia del cine polaco, lo que sugiere que la narrativa tiene un significado que no es tan obvio para quienes la ven desde fuera.
El estilo de animación es más estilizado que realista, y la "abstracción" que se aplica a los fondos y detalles es comparable a la que afecta al argumento y al contexto social en el que se desarrolla la acción.
Gillespie busca una narración dinámica y emocionante. En la primera hora de metraje, logra alcanzar el nivel de excelencia de las obras narradas por Scorsese, como "Uno de los nuestros" y la compleja "Casino".
Está bien recordar que la verdadera batalla no se libra en galaxias lejanas ni entre espartanos valientes, sino en el mucho más relevante ámbito de los pupitres.
Biraben logra transformar la historia en un thriller emocional. La película se sostiene principalmente gracias a la actuación de la joven actriz Bárbara Lombardo.
Su dominio formal es tan formidable que habrá quien la despache con el viejo prejuicio griersoniano. Es una experiencia total e inmersiva, sabiamente coreografiada.